domingo, 23 de noviembre de 2008

Las piras de Midas

El síndrome piramidal es la enfermedad social de Farsolandia. Tres millones de ciudadanos honestos, trabajadores, inteligentes, inmaculados y temerosos de Dios se convirtieron en socios de la delincuencia organizada. La colaboración les costó 200 millones de dólares en pérdidas, sin contar el aporte DMG. Lo fenomenal es que las víctimas defienden a sus verdugos del vil cepo.

Si la tramoya vernácula se mantiene habrá que reformar la teología moral, los Diez Mandamientos y el democrático epígrafe del Capitolio Nacional: “Vox populi – vox Dei”, la voz del pueblo es la voz de Dios.

¿Pero cuál es el mandato que hace temblar al decoroso y recatado pudor nacional?

Ninguno. Excepto que los asesores financieros de los narcotraficantes, en un gesto ladino de condescendencia navideña, decidieron socializar la mitad de sus ganancias, producto del lavado de activos, con una muchedumbre ambiciosa y ostentosa.

La colombianada asustó al sistema bancario, única entidad con licencia para la ratería sistemática y el cobro jurídico. Las cuentas de los paupérrimos ahorradores se cerraron para guardar el dinero en la “Pirámide de Tutankamón” que traducido al lenguaje del vandalismo criollo se pronuncia: “Tutanguevón”.

El becerro dorado puso de manifiesto el poder corruptor del excremento del diablo, el oro. Los organismos de control guardaron un silencio infame porque el cohecho los untó de complicidad.


El ternero cebado los corneó. Ahora sí hay inconvenientes porque los banqueros no podrán acumular las millonarias ganancias establecidas por decreto para el año en curso. La riqueza pasó de Suiza a Suesca en un santiamén. Entonces, los patrones del mayordomo telefonearon a la Casa de Nariño para delatar la fuga de capital.

El jefe del inquilinato de Nariño recibió la llamada del hampa bancaria. Al señor Uribe sólo se le ocurrió pedirles, vía consejo comunal, el favor a los timadores para que devolvieran de buena fe lo que se robaron de mala fe. ¿Será que José Obdulio le aumentó la cuota de coscorrones? (Resulta muy ilustrativo que don Antonio Nariño fuera el Precursor del autopréstamo con la Caja de Diezmos (1792). Viva el bicentenario del fraude.

Si Farsolandia fuera una casalote, digna de ser habitada por algún vicio deplorable, no estaría alcahueteando el pago de los bienes hurtados.

El delito sí paga y el Estado ladrón se abalanzó contra la “gran familia, Dinero Mal Ganado (DMG)” para quebrarla. La maniobra a mansalva evitó que la mafia judeo-aurífera entrara a engrosar las cifras de los desempleados. El país de la farsa no permitirá que las lavanderas de dólares pierdan su empleo porque quién enjuagará los fondos de las campañas presidenciales y senatoriales, al estilo Samper-Botero.

Farsolandia, el Imperio de la Fraudulencia, desfalcará a los gremios del atraco clandestino para saciar la caja menor de los bancos y enmudecer las conciencias. El botín será repartido por bultos entre los incorruptibles funcionarios que acallarán el escándalo de la ruina.

Pregunta: ¿Por qué no se aplican las reglas del juego bancario, pero a la inversa? Cuando la banca nacional se quiebra por un autopréstamo a cada colombiano le sacan la sangre para pagar el escamoteo.

Ahora, que el honradísimo constituyente primario le entregó sus millones a las comercializadores ilícitas, ¿por qué los bancos no asumen la deuda y la pagan? Mijito, porque los banqueros tienen el cuello blanco del yuntero y no el cogote sudoroso del buey.

La histórica malversación del erario así lo demuestra. Algunos datos sueltos, sobre el vicio de la corruptela, dejan ver una marcada vocación por el arte de marranear al “caribajito”.

1923. Pedro A. López quebró el banco del mismo nombre. El hueco fiscal lo taparon con los 25 millones de dólares que pagó el Tío Sam por el potrero de Panamá.

1974. La sociedad elitista se enteró de las andanzas de Carlos Alberto Sánchez Rojas, el Conejo Millonario. El cuniculus se dedicó a roerle los bolsillos a la gente que meaba güisqui.

1980. El Campeonato Interno de las Defraudaciones se inició voraz. Los economistas gomelos lo bautizaron con el eufemismo de: “Crisis financiera de los 80”. Farsolandia, bajo la tutela del arriero de Amagá, tuvo que poner a flote a 17 notabilísimas instituciones crediticias que se hundían en el mar de la piratería.

Los dueños de las entidades, con patente de corso, se habían dedicado al autopréstamo, la captación ilegítima de dineros y a la lúdica bursátil para asaltar a una parte del sector empresarial. Los truhanes desvalijaron a más de 82.000 personas por un valor superior a los 10.000 millones de pesos.
El alto mundo de la estafa, para sus fines delictivos, contó con un equipo de ensueño: El Banco Nacional, el águila del Banco de Colombia, el Grupo Grancolombiano, el Banco del Estado, la Corporación Financiera Santa Fe y algunas compañías inmobiliarias que gestaron, con sus falsificaciones, una crisis monetaria digna promotora de un suicidio colectivo.
1982. Hubo otra inusual emergencia económica y el industrial de la estafa, Jaime Michelsen Uribe, fue culpado de inocencia comprobada.
1982. El gobierno de Betancur expidió el decreto 2920 que reglamentaba la captación de recursos públicos y “condenaba” a quienes, sin permiso de la Superbancaria, saquearan con descaro.
1983. Roberto Soto Prieto se robó 13,5 millones de dólares de las cuentas del Chase Manhattan Bank de Londres. El monto, propiedad del Banco de la República, desapareció. El benemérito señor Soto instituyó el atraco bancario por télex. Maniobra que apoyó su cuñado Antonio Cebollero.
1986. El Banco de los Trabajadores fue oficializado por causa de los honestos manejos de su accionista mayor Gilberto Rodríguez Orejuela, el brillante naire (cuidador de elefantes).
1986. Quiebra y nacionalización del Banco de Colombia y Granahorrar o “Granahorcar”.
1987. La Caja Vocacional, entidad promotora de la pastoral de la pobreza, realizó un desfalco de 3.000 millones de pesos entre sus ahorradores. El acto se justificó con las vacaciones de monseñor Abraham Gaitán Mahecha en Alemania.
1998. Granahorrar, quebrada por segunda vez, pasó al Estado.
1999. El gobierno de Andrés Patraña creó, a través de la Ley 510, una comisión para desinformar sobre la extraña crisis del sector financiero estatal. El Banco del Estado, el Banco Andino, el Banco del Pacífico y el Banco Central Hipotecario, entre otras pirámides legalizadas, alardearon de su capacidad para la falsificación, el peculado, los sobregiros y los autopréstamos. El desangre económico lo cauterizaron con lo establecido en el Manual del ordeño para ubres con cuatro por mil.

La bancarrota terminó intervenida y reparada. Al Banco del Pacífico le consignaron el impuesto predial de los bogotanos y las alcancías se rompieron hasta desaparecer en Ecuador.
2007. Farsolandia, el feudo del artificio, se graduó con honores en la Universidad del Salteador. El Gobierno, la Superintendencia Bancaria, los economistas, los jueces, los fiscales, la Policía y hasta el último colombiano fueron oportunamente alertados por los medios masivos de información sobre las captadoras ilegales de dinero, las pirámides.

Durante más de un año, la voluptuosa complacencia de la gran ramera estatal apoyada por la chichería del Jockey Club dejó engordar a la marrana. Al porcino le llegó su Nochebuena y la riqueza de la mafia se feriará entre los bolsillos de la corrupta clase dirigente. El avispado pueblo raso, patrocinador del lavado de activos y la estafa, mirará un chispero.

2008. Noviembre. Farsolandia allanó a las antilegales empresas captadoras de dinero legal porque un patirrajado se convirtió en un magnate internacional, DMG. Y esa vaina está prohibida por los herederos de Antonio Nariño, el Precursor de los petardistas.

Conclusiones:

-La naturaleza, en un acto de sabiduría ecológica, intentó acabar con Farsolandia. Mandó dos temporadas invernales en un semestre, sismos, erupciones volcánicas, desbordamientos de ríos, epidemias y derrumbes, pero nada detuvo el reinado de la silicona en Cartagena. La parranda sin tragedia no es folclórica.

-En diciembre habrá francachela y apareamiento desalmado en las piscinas de Melgar. En enero se sufrirá de amnesia. En febrero se planeará el próximo salteamiento general porque El Dorado no ha muerto, vive para sobornar a los probos políticos colombianos.


-El pueblo esquilmado candidatizó a David Murcia Guzmán (DMG) para presidente de la finca, ministro de Hacienda y asesor para la integración comercial de Latinoamérica. Según los putumayenses, el timo les trajo paz y abundancia material.

-Las gentes del común son dichosas de sentir el acicate en el lomo lacerado. Un ejemplo, ratifica la tesis.

Una señora nerviosa entró al expendio de periódicos a las 7:30 de una lluviosa noche del domingo 16 de noviembre de 2008. No Quería hablar. No sabía cómo expresarlo. Miró hacia los lados.

- Vecino, lo que pasa es que mi hija, la que vive en Sogamoso, me trajo el periódico El Tiempo del sábado.
- Y qué pasa, vecina.
- Usted me lo podría cambiar por mil pesos de pan.
- Sí, señora. Se lo cambio.

Gracias sumercé. Todo es culpa de lo que pasó en Sogamoso (Boyacá). Allá la platica de los trabajadores y pensionados de Acerías Paz del Río se esfumó por cuenta de las tales pirámides.

En marzo de 2007, la empresa brasileña Votorantin se hizo al control de Acerías Paz del Río al adquirir el 52 por ciento de las acciones de la empresa por un valor de 490,7 millones de dólares.

Votorantin pagó 131,42 pesos por cada acción frente a la base fijada en 52 pesos. Los beneficiarios de la venta de la planta industrial, ubicada en Belencito (Boyacá), se jugaron los réditos en pirámides.

La del trueque soltó la carcajada y agregó: “Ese billete se perdió porque los dueños de las captadoras se volaron del país”. La señora dio la espalda y se marchó dichosa por haber podido cambiar un periódico de ayer por un pan.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Pifia etno-cromática

El triunfo electoral de Obama en Estados Unidos tenía todos los ingredientes de una tragedia personal. Mis prosas habían escrito los peores adjetivos para pronosticar la caída del Imperio americano en las manos de un negroide.

El arsenal de protestas estaba precedido por un virtuoso comunicado de emergencia que fue enviado por correo electrónico a los abonados. “Amigos: Busco al nieto de Lee Harvey Oswald para entrenarlo en tiro al negro”.

Las negritudes envalentonadas llenaron el buzón con respuestas rencorosas y vulgares pataleos de cimarrones bozales. Me disponía a batirme contra la canalla furibunda cuando llegó una voz de consuelo. El argumento, valioso y contundente, en contra de mi posición arruinó la diversión.

Adiós al restañar del látigo verbal. Un dilecto amigo e ilustre catedrático me devolvió el alma al cuerpo con una brillante tesis sobre la genética de Barack Obama. “Obama no es negro”. A esa postura conceptual me adhiero con la humildad de un naufrago rescatado del mar de la equivocación.

El contertulio redactó una sentencia maravillosa:
“…Apreciado amigo:
Por primera vez en nuestra larga amistad me veo obligado a disentir de tus apreciaciones. Precisamente hoy he sostenido agrias discusiones con algunos de mis colaboradores, -entre ellos un recalcitrante ‘izquierdoso’ de la Nacional- sobre el triunfo del mal llamado candidato afroamericano. Mi tesis es muy simple y se cae de su propio peso: Obama no es negro.


Litros de bilis segregué ayer cuando veía como los representantes de organizaciones defensoras de los negros y otras especies en vías de extinción, pontificaban a través de los medios argumentando que “por fin uno de los suyos” había demostrado que Estados Unidos no era un país blanco y protestante (¡ja!) ¿Cómo es posible que Piedad Córdoba y otros súcubos de la misma laya se sientan representados o, peor aún, reivindicados por un individuo que merced a las ligerezas de su madre, heredó genes de un inmigrante africano (keniano, ni siquiera de Liberia) que al poco tiempo de su alumbramiento desapareció como lo hacen muchos de los mamíferos de las praderas subsaharianas? No nos digamos mentiras, Obama es un mestizo, que nació como blanco, creció como blanco, estudio con los blancos y por las mismas razones llegó a donde llegó.
¿Negro?, negro Martin Luther King, negro Malcolm X, negro el reverendo Jesse Jackson, ¡esos sí son negros y de los peligrosos! Y por eso terminaron como terminaron. Me pregunto ¿cuántas veces ha visitado Obama a Harlem? o mejor ¿Obama conoce Harlem? Obama no es negro ni representa los intereses de ningún negro, afrodescendiente ni afroamericano de Estados Unidos ni del mundo, mucho menos de este infeliz e infecto villorrio.
Mi querido Julio, lamento no acompañarte en tu duelo personal, duelo que por demás entiendo, pero no comparto (mucho menos cuándo el Tío Sam le acaba de conceder a mi primogénito la visa por cinco años, cosa que me permitirá regresar a la gran nación en diciembre). Más bien te invito a disfrutar de cuatro años de un gobierno tan demócrata como el de Bill Clinton, Jimmy Carter o JFK, todos ellos tan blancos como el azúcar y tan americanos como el Lucky Strike.
Un abrazo.
Leonardo Páez Vanegas.
El maestro tiene la razón. Entre otras cosas porque el negro no es color. El negro es la ausencia de todo color. Así como el blanco es la superposición de todos los colores.


Cumplido el ejercicio de limpiar el neuma sólo resta levantar trincheras contra las hordas revanchitas de las negritudes y sus secuaces. Es necesario sentar un firme precedente. Obama, El Mestizo no representa a los costeños del litoral atlántico ni a las mingas caucanas de aborígenes terratenientes ni a los sórdidos intereses políticos de Piñacué y la senadora de sesera abollada.

Barack Obama es un subproducto de los masificados vicios yanquis, un desliz de la democracia angloamericana. Una atracción momentánea de la política internacional. En caso de que el híbrido se tuerza, el país de George Patton tiene razones muy estadounidenses para atender la descompostura. Los tejanos saben que un mandatario mezclado es pieza de reemplazo. La idea tiene un sustento histórico irrefutable.

El general William Henry Harrison asesinó al líder indígena Shawi Tecumseh. (Los hechos ocurrieron en 1813). El aborigen, antes de perecer, maldijo a los presidentes estadounidenses: “…Todos aquellos que sean elegidos en años terminados en cero morirán antes de terminar su período…”.

La imprecación fue conocida como el Factor Cero. William H. Harrison fue presidente en 1840 y murió el 4 de abril de 1841. Abraham Lincoln, elegido en 1860, murió asesinado el 14 de abril de 1865. James Abram Garfield, elegido en 1880, murió por causa de un atentado, el 19 de septiembre de 1881. William McKinley, elegido en 1900, murió por causa de un atentado, el 14 de septiembre de 1901. Franklin Delano Roosevelt, elegido en 1940, murió el 12 de abril de 1945. John F. Kennedy, elegido en 1960, fue asesinado el 22 de noviembre de 1963.

En síntesis, la gentuza afrodescendiente debe aceptar que el hawaiano desteñido es un gran devoto del Ku Klux Klan. El blanquecino electo no necesita un bochinche etno-polinesio que pueda llegar a desencadenar el Factor Obama.

martes, 28 de octubre de 2008

Avisos clasificados

Farsolandia, el reino de la ilegalidad, está en oferta. Uribe y José Obdulio buscan socio para financiar el fracaso. Ofrecen recompensas y aplausos para los sicarios. El dúo de la maldad insiste en capturar aves de carroña para que vuelen sobre la patria de las fosas comunes. Gangas.

Las Farc invitan a un curso sobre Seguridad Democrática. Aprenda a conjugar los verbos secuestrar, asesinar, extorsionar, violar y desertar. Podrá reclamar 1.000 millones de pesos y un viaje a París, con manceba incluida, por cuenta de los impuestos pagados por las víctimas.

Compre la Lotería del Meta y reclame la foto de un negro que quiere ser presidente del Ku Klux Klan.

El sindicato de juristas vendió a la rama judicial por una conmoción interior. Feriaron la verdad con moción interior.

Los corteros de la caña de azúcar quieren hacer la marcha de la sal. Paramilitares les ofrecen motosierras de segunda.

Alberto Santofimio Botero ofrece clases gratis de “galantería”.

Alberto Santofimio Botero dictará un cursillo sobre vergüenza penal. El ex parlamentario probó que la Fiscalía es como la coqueta de Oliva. La corteja Brutus y la disfruta Popeye.

El general Jesús Arias Cabrales, el Héroe de la Democracia, busca una ametralladora M-19 para defender su inocencia.

“Nunca es tarde para estudiar”. Los cadáveres de los desaparecidos del Palacio de Justicia están en los laboratorios de la Universidad Nacional, afirmó el coronel Plazas Vega.

lunes, 13 de octubre de 2008

Convulsión barrial

El aprendiz de tirano declaró la conmoción interior. El paupérrimo concepto constitucional es la consecuencia del desastre normativo escrito en un código legalizado por el soborno.

Farsolandia, el primer error de la Historia, es feliz con el tumulto levantisco en su alma de parcela. El paisito es un yerro garrafal del rezago oscurantista medieval. Es una mancha en la cartografía naviera del siglo XVI. La equivocación de Colón se tradujo en un mote delineado por la burla, Las Indias. A Cristóbal Colón, el juez Francisco de Bobadilla, lo metió preso por la defecada continental de 1492. No era para menos. Sirva la condena de consuelo moral.

Desde la invasión ibérica, el anteproyecto de guarida cavernícola vive en una remoción constante. Pero Uribe no sabe qué es una conmoción. El masón de Palacio aún ignora el uso semántico de la perturbación nacional. Tres casos le pueden ilustrar sobre el significado de la palabreja.

El primero sucedió al principio de un crepúsculo invernal de verano. Un indigente instaló su costal al abrigo de una corporación bancaria ubicada en la esquina de la carrera 13 con calle 64. El sujeto se echó a dormir a pierna suelta en el frío andén. Ni el celador ni la Policía llegaron para convertirlo en balón de fútbol. El milagro traía un presagio cruel.

Pasó una semana. El durmiente privatizó su derecho a la ocupación del asfalto. Un jueves, sobre las 6:30 p.m., roncaba el pobre desgalamido. El rostro, tiznado por una mugre antidiluviana, mostraba una sonrisa amable. La paz onírica fue brutalmente interrumpida por una serie de alaridos histéricos de posesos en exorcismo radiofónico. El lío se desencadenó con furia descuajaringada.

El saqueo visigodo de Roma parecía una piñata sabatina comparada con la trifulca vespertina y chapineruna. Los hechos son cabeza de proceso contra la urbe caída.

Dos señoras, muy emperifolladas, pasaron por el lado del dormilón. Las damas hacían sonar sus carramplones cual potrancas recién herradas. Las minifaldas se meneaban coquetas. La más joven del dúo incrustó el tacón puntilla en el desguarnecido dedo meñique del mendicante roncador.

El sujeto, máquina descompuesta, se incorporó al instante. La mitad de su cuerpo liberó la inercia del resorte. La mugrienta cabeza quedó metida entre la faldita y los glúteos. La agresora saltó, gritó, gimió, lloró, chilló, vociferó y huyó despavorida calle abajo. Su acompañante, ante el ataque por la retaguardia, decidió suicidarse y se lanzó contra el torrente vehicular de la 64. Infortunadamente, por ser la hora del trancón, no pudo ser arrollada. La orate en trance rodó, con sus bragas al aire, por encima del capó de un Jeep. La mujerona buscó ayuda en un taxista.

El chófer la calmó con una frase galante: “Gurre hijueputa, ¿quiere varilla o cigüeñal?”

La secuencia del escándalo creció. El gozque del parqueadero de motocicletas ladró furioso, los chulos del burdel chiflaron, las rameras soltaron la carcajada, el vendedor de arepas sopló el anafe y los cajeros interrumpieron sus transacciones. Los saltitos descontrolados persistían con gritos agudísimos. El semáforo cambió y un grupo de peatones curiosos le preguntó al mendicante despierto: ¿qué pasó? El desconcertado infeliz, sentado sobre una hedionda cobija con olor a tufo de hipopótamo, contestó: “Me despertó una nalgada”.

Las gritonas aceptaron la dimensión del ridículo y desaparecieron.

La otra alharaca ocurrió cuadras y días más lejos.


El tipógrafo de Muequetá compró un hámster Roborovski (Phodopus roborovskii). El pequeño aspirante a gran roedor de la superfamilia de los múridos se mantenía en su jaula sin más fatigas que el rodaje inútil de la bestia encarcelada. El hiperactivo enano, de pelaje color café, creció hasta los cuatro centímetros. Al llegar a esa edad, con altura minúscula, el dueño decidió darle un rato de sol con lluvia.

La salida coincidió con una odiosa visita familiar al taller. La extensa parentela la componían primas, sobrinas, hijas, novias, amigas, mozas y hermanas. El batallón de féminas, en reunión dominguera, se arremolinó contra el hombre. La estridente capacidad oral superaba las veinte voces, los cincuenta chismes y un diálogo perpetuo de formas voluptuosas.

El trabajador, para evitarse el sofoco zalamero, echó el hámster a la calle y detrás le lanzó al gato hambriento. El atigrado saltó del brazo del amo con soltura olímpica. La presa corría atortolada por sobre los zapatos femeninos. Los guargüeros emitían una algarabía de aquelarre. Las hembras desertaron en despavorida desbandada.

Las nenas huían dando corcoveos y aullidos dignos de un neardental enardecido. El lambón de turno, un noviecito novato, intentó impresionar a la suegra. El tontorrón quiso aplastar con su bota al proyecto de ratón. El felino metió la zarpa y salvó al hámster de ser convertido en sanguinolenta papilla. El minino tuvo piedad de su cena y se dedicó a lamerlo con gustosa marrullería. El patrón, ante la alarma del vecindario, rescató al félido de atragantarse con el aterrorizado hamstercillo.

Las faldas desbocadas se estrellaron contra pechos varoniles que las admiraban clandestinos. Las enamoradas produjeron varias protuberancias inocultables en las braguetas.

Las consecuencias de los encontronazos produjeron rubores lascivos. El padrote escuchó la algarabía de su hembraje. Indignado, salió y silenció a la barriada con un eructo de marrano cebado.

El dato de cierre envejece al redactor porque es un acto aberrante, producido por la catalepsia de un Estado deforme. Un sujeto anónimo buscó afanado una casa comercial (compraventa) de la avenida Caracas. El fulano entró en el establecimiento para empeñar un gallo de pelea. El plumífero fue aceptado por el agiotista y amarrado con una cabuya grasienta al manubrio de una bicicleta. Se necesita una patria derrotada para que un gallero empeñe su ave de combate. El fuego que asoló a Sodoma clama por una incineración instantánea.

La solución a este desbarajuste inmoral implora por el regreso al imperio del orden teocrático y a la represión del supremo inquisidor. El fin justifica el medio dictatorial.

El siglo XVIII es el modelo a seguir. Los mayorazgos eran los campos del orden sin progreso en esta sabana de ungulados. La vara del patrón, sobre el lomo del peón, domesticaba la malicia. En aquella época feliz, la ortodoxia conservadora guiaba los pulcros destinos morales sin guachafitas ni idolatrías.

Habrá que volver a las penas severísimas y a la dictadura sangrienta para suprimir las ideas revoltosas. El poder virreinal debe ser reinstaurado para sofocar la febrícula o hipertermia tropical. Hay que extirpar el estribillo pecador de la libertad religiosa, el populismo liberal, la anarquía zurda y cualquier embuste que atente contra el derecho del absolutismo.

Así, el señor mayordomo no tendría que declarar la conmoción interior. Además, la Colombia pordiosera no despertaría de su infame pobreza contra un culo de silicona.


miércoles, 24 de septiembre de 2008

¿Farsolandia o Farsalandia?

El título del blog ha sido cuestionado por un lector que sugiere volver a la cordura semántica y decir: “Farsalandia”.

El buen consejero, aparentemente, tiene la razón. Sin embargo, se olvida de que en Colombia la mentira es víctima de una falsificación desmejorada. La calumnia se mistifica con el insulto y el axioma muere.

En ese pueblo de mitómanos, embrujados por los desahumerios de Regina 11, la impostura es la costumbre del perjurio. La cotidianidad lo confirma. ¿Entonces cómo se hace para subsistir en un pastizal donde la única verdad es la mentira?

Simple, se cambia la farsa por “la farso”. Dos palabras sin alma.

Al lingüista, atormentado por la ortodoxia gramatical, se le sugiere leer la realidad doméstica porque ella defiende al neologismo. Le basta con escuchar a Uribe, el Culebrero.

El caudillo farsolandés se caracteriza por su idolatría veterotestamentaria por el fraude, el engaño y la falsedad. Los sinónimos, enrazados con el infundio, le sirven para alardear de su virtuosa capacidad para la trácala.

El mandatario tolera y estimula el legalizado “mercado del agáchese”. El problema radica en el paradigma de las relaciones mercantiles adaptadas para injertar el delito en el trabajo.

El ciudadano inope compra, en un puesto callejero, cuchillas para afeitarse. Hasta ahí la infracción institucional es una obra patriótica del contrabando. Lo criminal del asunto es que la máquina desechable, muy bien empacada, sea de segunda y conserve trozos de hirsutos pelambres.


La lista de los oropeles es un himno nacional a la trasgresión. Los discos compactos, los videos, los teléfonos, los relojes y las lociones son adminículos, falsificados en China, que ingresan a Farsolandia para ser devaluados por la tecnología fraudulenta de la sustitución simulada. El mimetismo de los facinerosos hace de la reventa un estercolero para fecundar las políticas del subdesarrollo. (Les prometen legalizar el matute).

Entendido el proceso del artificio no se puede hablar de farsa en términos de significados exactos como: engaño, patraña, ficción, comedia, enredo, fingimiento, tramoya y trampa porque se caería en el vicio de los trapaceros. Sería un sofisma. La mentira nativa debe ser pervertida para que reciba el sello de calidad. El vicio de nulidad dice: “Chiviado en Colombia”.

Esa aldea, con el remoquete de república, es ducha en el plagio. La tarea de los avispados, castrados en su creatividad, es un acto fatídico. El plagiador pertenece a la subespecie engendrada por el comportamiento mediocre de los trapisondistas. El sujeto, un fulano de tal, es fingido y engañador.

El resultado de sus obras legendarias se lee en los diarios. Las noticias, que claman paredón, se pierden en la apática indiferencia precolombina. Las historias forman parte del concepto de la civilización de los tugurios.

La realidad asombra a la farsa:

Junio 30 de 2008.

En San José del Guaviare construyeron una urbanización compuesta por 180 casas de interés social. Las edificaciones, de tres pisos, no tienen escaleras.

Julio. En Manizales. Dos putas, menores de edad, ingresaron a un CAI móvil de la Policía para fornicar con un vago.

14 de julio. A un conductor le impusieron un comparendo por pasarse una luz en rojo. Los hechos ocurrieron en la Avenida Boyacá con calle 68 donde no hay semáforo. Hay puente vial.

Los autores de estos atropellos a la creación son expertos en adulterar, desnaturalizar, corromper, contrahacer, torcer y descomponer. Aman el disimulo y la falsía. Sobreviven para alterar, en detrimento del embrollo, los chanchullos amañados.

Son teguas sofísticos, adventicios, ficticios, fingidos, falaces, desleales felones, perjuros, pérfidos, simuladores, inexactos, artificiales, desfigurados, apócrifos, equivocados y subrepticios. Son la colombianada, supuesta y variada, para uso del mal.

Nada, en esa aberrante dehesa de matachines estrambóticos, sucede bajo el imperio de una lógica saludable. El genoma perdido la condena. La trifulca biológica señala un derrotero pródigo en descalabros. El infausto delictivo tiene su fondo científico irrefutable. Las herencias atávicas del español saqueador, el marrullero resabio del negro cimarrón y la malicia postdiluviana del indígena taimado crearon al reptil político.

El lagarto, de coraza facsímile, convierte la falacia en el sosiego elemental del atentado. La conducta del embuste es idéntica a su portador. No importa si se apoda Horacio, Obdulio, Álvaro, Hugo, Evo o Rafael la tragedia contumaz se aproxima con sus inundaciones de babaza.

En conclusión, Farsolandia es una farsa adulterada, maquillada, falaz, artera y ponzoñosa. Farsolandia es una fotocopia espuria de una colombianidad embustera.


lunes, 8 de septiembre de 2008

sin la razón y con la fuerza


La copera destapó una cerveza y gritó: “Este es un antipatriótico”. La hembra se preparó para un duelo a pico de botella.

El eco llegó lejos y alertó a la guacherna.

El noviecito sabatino le soltó la mano a la nena (un animalito de paso fino) y salió corriendo detrás de un taxista bocón para romperle los vidrios al vehículo. El sujeto lanzó su morral a la calle y alcanzó al supuesto agresor en el trancón. La montonera chifló y se arremolinó en grosera justa de patanes. La novia y sus amigas emitieron gritos histéricos de colegialas sorprendidas en el baño para hombres de un convento.

Segundos más tarde, un gomelo atropelló a una bicicleta de cross tirada en la calle frente a la venta de perros calientes. La llanta machucó y patinó sobre el maltrecho artefacto. El conductor aceleró y estuvo apunto de realizar una tarea de geopolítica nazi cuando embistió furioso a un montón de costeños que intentaban colarse en un bar. El andén angosto los albergó a todos en la milimétrica posición de firmes y asustados.

La deportista, un muérgano de pedigrí, reestructuró el pedazo de velocípedo y salió en feroz persecución. El truhán vociferaba: “Esa gorronea me las paga, lo bajo a pata. La madre que sí.”

Los pensionados, encopetados y lagartos, que bajaban del Club de la FAC gritaban: “Vaya, demándelo”. En la cara estaba ese gesto porfiado y azuzador. La complacencia de la sonrisa marrullera era digna de un dipsómano cachaco.

La furrusca tenía todos los ingredientes nacionales para incrementar el pago de obituarios en los periódicos capitalinos.



La Policía Metropolitana apareció de milagro. Dos agentes motorizados llegaron para amonestar a los conductores parqueados sobre la angosta callejuela. Ocho uniformados más ingresaron al tumulto a pie.

El ensayo del Harmagedón se desencadenó en la frontera cultural de Chapinero, un reducido pasadizo que comunica dos mundos distintos, el tugurio y el láit. La estrecha curva de la calle 63, entre carreras novena y décima, sirve de punto de encuentro a la bohemia, el arte, los anticuarios y la gaminería.

El conato de revuelta urbano sucedió el pasado 6 de septiembre a las nueve de la noche. Los desalentados y hambrientos hinchas de la selección fracaso de fútbol calmaban su hambre de triunfo con las deliciosas salchichas hervidas del sector. La derrota, uno por cero, en el Estadio el Campín los tenía con el rabo entre las piernas y las fauces abiertas.

¿Qué desencadenó esa atroz dinámica de las brutales fuerzas atrabiliarias? La respuesta es un grito fenomenal de este redactor: ¡Viva Uruguay!

De puras vainas su cuero cabelludo sigue en el puesto habitual. El humor negro, el aguardiente y la frustración no son una buena mezcla, pero resulta divertido.

El episodio se calmó con la llegada providencial de los uniformados. Es increíble que la juerga los obnubile hasta el punto de no comprender que al mundial de Sudáfrica 2010 sólo deben ir jugadores profesionales y no vulgares aprendices que corcovean en los potreros. Además, en el próximo partido, hay que apoyar a Chile por la virtuosa enseña de su Escudo Nacional: “Por la razón o la fuerza”.

lunes, 25 de agosto de 2008

La victoria del fracaso

Farsolandia celebra sus derrotas.

El ridículo, lo grotesco, lo risible, lo incongruente, el esperpento, lo mezquino y lo insignificante son piezas fundamentales del chauvinismo muisca que se echó con las petacas.

Colombia anda de fiesta ante la avalancha derrotista que la identifica como el país perdedor por excelencia. El rumbo del descalabro la tiene vitoreando los reveces en los Juegos Olímpicos de Beijing (Pekín).

El amo de la mediocridad, el presentador deportivo del canal molusco gasterópodo, dedicó el noticiero a promover el evento de la infamia. La ciudad se convirtió en el bazar de los idiotas y beatificó a una deidad miserable. El quebranto enfermizo la poseyó con el delirio de un aquelarre pagano. La celebración, por perder el oro, dispuso la francachela de un desventurado carnaval.

El reportero, en un exceso de fantochería rocambolesca, entrevistó a la humilde madre del aniquilado. El televisor se apagó en un acto de dignidad porque no quería transmitir el cuestionario de la miseria: “¿Señora, qué sintió cuando vio a su hijo colgarse la medalla de plata?” “¿Cambiaría la casa de bahareque por una fiada…?”

Es increíble, pero la comarca lucha por descender del tercermundismo corruptor hacia el inframundo banal, lugar de las almas tristes. Lamentablemente esa conducta, de locos posesos, la pagan los profesionales exiliados. Las urbes civilizadas les cobran la algarabía folclórica y los usan para realizar tareas de sirvientas en los bares londinenses.


La opinión acusatoria, púa del engranaje verbal, no debería llegar hasta este reglón porque el paternalismo vernáculo tiene baja tolerancia a la crítica mordaz.

La diatriba encontró motivos para continuar. Durante una reunión informal en el Centro Cultural Rafael Videla una prostituta, voluptuosa e inoportuna, se atrevió a pedirme una editorial sobre las olimpiadas.

La fémina, en una jugarreta despiadada del destino, pasó por alto mi rechazo visceral por cualquier actividad hedionda a comunista asiático. La magdalena solicitó un rapapolvo para el rufianismo deportivo. Ella insistió en detrimento de la Ley Sálica… y nobleza obliga.

Ante tan hercúlea tarea recurrí al Comité de Normas y Ornatos para Damas y Señoritas. Allí encontré a Blanca, Carmelita, Clara, Violeta, Oliva, Alba, Pura y Celeste. La negra Hidelgunda servía el tradicional chocolate santafereño. Tuve la sensación de estar metido dentro de una palestra de Miró.

Saludé y expuse parte de la misión. Las matronas se miraron con aire de circunspección y al unísono contestaron: “Mijito, sumercé adorado es un querubín. No te preocupes por esas frivolidades”. Desde que dejaste de escribir para el periódico liberal eres la luz de nuestros ojos. Las directivas, de tan benemérita institución, son la percepción hecha razón.

-¿En qué te podemos servir?

-Necesito complacer a una ramera.

El preinfarto fue múltiple. Los anatemas, los juramentos y las penitencias con el Deán de la Catedral Primada no tardaron. Se acordó realizar una entrevista redactada.


La bella tarea, usada por los diarios del siglo pasado, tiende a hacia la literatura. Ante el imperativo conceptual se optó por lo simple, formular una pregunta y copiar la respuesta. Esto permitirá que los denuestos tengan un destino distinto al redactor.

El tema: ¿Qué opina de la participación de Farsolandia en los Juegos Olímpicos de Pekín?

Doña Blanca:

“-Esa ralea de patinchados y desgalamidos, además de fullera es ofensiva. A quién se le ocurrió el disparate de mandar chivatas desnutridas a que hicieran el papelón con el primer aplauso. Se atortolaron porque vieron a unos ojirasgados más taimados que la comitiva patria.

“Los aficionados a malbaratar el erario se colaron en el Interdepartamental de Turmequé y creyeron estar listos para descrestar a los anfitriones con sus corroscas vueltiadas. El resultado fue un desastre que se debatió entre la humillación y la fatalidad. Los aborígenes montaraces apenas son aptos para ir a competir en las luchas interveredales del Festival de Huitaca. Los patirrajados están acostumbrados a participar en clubes gallísticos de dudosa reputación y punto.

“Y ni hablar de la avejentada de la bicicleta. Duró tres años achajuanada y gimiendo para que le devolvieran un deplorable adminículo de bronce. Los jueces, cansados del lloriqueo montañero, le mandaron por correo la presea. Llegó a Pekín, fracasó y salió radiante a divulgarlo por los medios. Y amenazó con ir a los próximos juegos… ¿Qué tal la conchuda?

“Hermeregilda, tráigame la gotas de valeriana…”.


Doña Carmelita:

-Mi sol, ¿dónde piensas publicar esta denuncia?

-Mi buena señora en www.farsolandia.blogspot.com donde los adjetivos se atreven en contra de la malvada colombianada.

-“Por un momento pensé que eras del periódico de don Fidel donde engañan más que mitómano electorero. A propósito: ¿cómo así que la opinión es noticia? Si es así robaron a mi bisnieta en la universidad. El eslogan publicitario contradice más de dos centurias de periodismo profesional. El bello oficio no le pertenece a las casas editoriales. El arte de la palabra es la causa de los hombres libres.

“La opinión es un juicio que puede ser verdadero o falso. Para Platón la opinión (doxa) se opone al saber (episteme) y el proceso del conocimiento atraviesa estos campos. Sin embargo, ese conocimiento, basado en la apariencia y en el lenguaje debe superarse por el razonamiento y la intuición”.

-Misia, es una pena interrumpirle su disertación, pero el tema es sobre los Juegos Olímpicos.

-“¿Acaso no es lo mismo? Aquí juegan olímpicamente con los lectores. La opinión pública se debate entre el horóscopo y el escándalo presidencial del roscograma. El periódico lo venden para madurar los aguacates porque sus editoriales zurdas son como el estadio Nido de Pájaro, paja y mierda…”.

-Mi dulce damisela, la diferencia es que unos escriben, otros sudan y el resto aplaude.

-Varón epónimo, mi opinión no es noticia es un axioma.


-“Es el colmo de la lobería. Los badulaques salieron a la gachapanda a tomarse fotos con los esclavos de un sistema de harapientos. De cuándo acá los zarrapastrosos se gastan los viáticos en ir a rochelear junto a la Gran Muralla. Se parecían a los perros de Pávlov, babeaban cuando les mostraban las medallas… Los deberían multar por andar boquiabiertos.

“Posaron para la cámara cual domésticas endomingadas en el parque de la Independencia. Horror de los horrores… Mejor le doy la palabra a la directora porque la opinión de la gente de bien es un dogma”.

Doña Clara:

“-Mire, mi querido filipichín, particularmente no veo a los chocantes mequetrefes de la televisora porque son los motivadores de la calamidad. Ellos, cual provincianos de alpargate, quedaron boquiabiertos con el ‘cuento chino’. El paso de los oropeles, la bruma, la pólvora y el polvorete les obnubiló la conciencia atosigada por el hambre.

“Las trapisondas, en el festejo inaugural, son una muestra del uso excesivo del opio dentro del comunismo-capitalista. La mímica escondió el talento. La niña cantora fue desplazada por la imagen y las ‘huellas de luces’ son la síntesis de la tramoya oriental. Amigo, bastión de la cristiandad indivisa, copia mis quejas porque los rojos están sangripesados.

“Los bolcheviques me tienen espalda contra la pared. Esa perversa caterva de forajidos anda de fiesta y humareda. La horda de los impíos no cesa en su clamor criminal por vitorear la acción delictiva de la República Populachera China. Las arengas subversivas, pasión de las turbas, me produjeron otitis.


“Los parias no quieren admitir que los despreciables cómplices de la
Banda de los Cuatro hicieron trampa. Los esteroides, los sobornos, los plagios y las tenebrosas maniobras para ofender la razón de las justas son parte de sus logros dorados. En fin, estoy haciendo una colecta para financiar la gimnasia local con:

“a). Un cuaderno de ferrocarril para que hagan planas: ‘El fracaso rotundo no es un logro de la contagiosa malicia indígena’.

“b). La donación del Manual de urbanidad y buenas maneras para uso de la juventud de ambos sexos en el cual se encuentran las principales reglas de civilidad y etiqueta que deben observarse en las diversas situaciones sociales, precedido de un breve tratado sobre los deberes morales del hombre para que no ofendan a la humanidad con las mañas de los desgualetados.

Doña Violeta:

“-Señor cronista, si quiere ser bienvenido en esta noble morada no me hable de la medallita de plata otorgada a la fuerza bruta del hombre bestia, el aporte del atleta criollo. Además, los Juegos Olímpicos son para las sociedades amantes del espíritu helénico donde las derrotas se sufren y no se celebran. Lo insoportable del asunto es que recibirán a los traidores con vítores y no con mastines hambrientos”.

Las nobilísimas matronas Oliva Alba, Purita y Celeste sentenciaron: “Una entrevista encargada por una vulgar ramera no es digna de ser respondida por unas santas comadres”.

-Señoronas, la meretriz de Muequetá pidió ser la presidenta del Comité Olímpico de Farsolandia para que sus hijos aprendan a triunfar con “horrores prefiriendo a pérfida salud”.

martes, 19 de agosto de 2008

El dicterio, la voz del rufián

Hay vocablos que matan. El domingo 27 de julio, un hincha del fútbol murió de 25 puñaladas traperas. Los agresores acudieron en manada para ultimar a la víctima.

Un especialista en explicar fenómenos irracionales atribuyó la causa del desenlace fatal a un inadecuado uso del idioma. Los pandilleros, educados a punta de zurriago, presentan desperfectos en su corteza cerebral. Este tejido nervioso contiene neuronas relacionadas con la comprensión del lenguaje.

El habla es la clave para descifrar el hecho luctuoso. La teoría es simple. Los deslenguados emplean para insultarse un recurso lingüístico que no supera las cuatro palabras base: “Gonorrea, piribo, garulla y garvinba”.

A cada afrenta le agregan el respectivo recordatorio materno. Eso incluye el perverso sonido gutural agudo emanado de una garganta hedionda a bazuco barato, aguardiente adulterado y la granujada rastrera.

El ultraje de los atacantes activa el engranaje delictivo: “Garulla, saludes a la gonorrea de su madre”. El lector comprende la necesidad física de una ejecución sumarial para acallar la insoportable vejación.

El vilipendio de los fanáticos, embrutecidos por la inferioridad del alarido iracundo, encontró el pasadizo para responder con un delito: La ofensa a la ortografía.

Las barras bravas son un monumento decadente a la manía de imitar palabras trazadas para uso exclusivo del español culto. El aficionado al perjurio plagia cualquier acto creativo para adulterar su esencia. El fútbol de potrero no es la excepción.


Los seguidores de los equipos de provincia se insultan con denuestos que avergüenzan a los coteros de Corabastos. No es menester recordarlos. Basta con un saludo amistoso para entender la dimensión del opuesto: “Intos qué gargajo”.

Los sujetos patrullan las entradas del estadio el Campín para pedir limosnas con frases célebres: “Llaverio, tíreme el plante que estoy paila” o “caiga con la liga”. Si el limosnero es defraudado en su extorsión pedigüeña es factible escuchar: “Garza de semáforo, lo llevo entre lagaña y lagaña” (legaña).

Afortunadamente, los mendigos tuvieron la brillante idea de crear catervas uniformadas con camisetas de colorines para acuchillarse a diestra y siniestra. Los forajidos viven pendientes de afilar sus leznas y limas triangulares para sacarse las tripas en duelos de presidarios. La faena sube los índices de sintonía en los noticieros sin periodistas.

La acción criminológica cumple con el control ecológico aplicado a las plagas. Un delincuente destripado es un tributo del idealismo objetivo para la doctrina del panhumanismo. La sudorosa furrusca en una gradería no amerita mayor comentario.

Los protagonistas de las riñas se comportan como mulas desensilladas que corcovean cuando sienten el frío del páramo. Bogotá, la Atenas Suramericana, los delata con su cultura.

El bogotano raizal no tolera las bravuconadas de los maleantes de vereda. Las manifestaciones folclóricas, llevadas al extremo iconoclasta del sacrilegio urbano, son intolerables. Los berridos, gestos y vestuarios de la patulea resultan insoportables para el delicado gusto capitalino.


Los calentanos, montañeros o costaneros, suelen llamar sobre sus testuz la ira divina cuando garabatean sus voces de batalla. Los rufianes usan la ignorancia para escribir sus jergas en los blogs de los periódicos donde se patrocina la miseria mental, patrimonio de la canalla.

Las cuadrillas publican los insultos en la Internet y después se citan para matarse a coz y puñal. Tarea ejecutada con pericia de sicario. No se entiende, en esa conducta homicida, el porqué los torpes gañanes intentan vociferar, cual ayudante de flota intermunicipal, cuando rebuznan con propiedad de onagro. La configuración del pescuezo delata cierta degradación evolutiva.

Los hinchas desnutridos, criados con cogollos de mazorca y cunchos de caldo de raíz, son el emblema de las hordas energúmenas. Sus desavenencias impiden que la gente decente vuelva al feliz espectáculo porque no soporta el olorcito de pisco enrazado con lobo.

Los seguidores de la trifulca usurpan las graderías de la cancha capitalina para degradar la oralidad. Las calumnias son suficientes para entablar un proceso penal por injuria agravada en falso ideológico: “Ese pirobo es más picado que muela de gamín”. “Más bravo que suegra marihuanera”. “La garvinba se baila hasta un velorio”. Y ni hablar de la pronunciación.

El yeísmo, propio de ciertas etnias de arrieros, los atropella con sevicia porque la ortografía es su enemiga vitalicia. No la comprenden, pero sí la ofenden. Las perversas garras borrajean sin dolor moral: “Miyos” por Millos. El pronombre relativo quien lo redujeron a “Kien” y la conjunción causal porque la estigmatizaron con “Poke”. La redacción es propia de unos antropófagos con gastritis.

La solución a la violencia gramatical en el fútbol es simple. El que a yerro escribe a hierro muere.

miércoles, 30 de julio de 2008

El divorcio, pecado sin absolución

Los hombres santos proclaman frases que rompen la vida, destrozan la fe y asesinan el Evangelio: “No te puedo dar la absolución porque eres un divorciado que vive en concubinato”. El autor de la sentencia es un sacerdote católico que en sus homilías predicó: “…A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedarán perdonados…”. (Juan 20, 23).

El feligrés se levantó del confesionario con el corazón muerto y el alma condenada. Su realidad lo acusa. El divorcio lo alinea en la fila de los millones de seres desechados por el estigma de la separación conyugal. Se les niega el Pan de la Vida con un argumento sin apelación: “El sacramento del matrimonio es indisoluble”.

Algunos padres les recitan de memoria: “La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Nuestro Señor a la dignidad del sacramento entre bautizados”. (CIC can.1055.1).

Y el canon 1056 dice: “Las propiedades esenciales del matrimonio son la unidad y la indisolubilidad, que en el matrimonio cristiano, alcanzan una peculiar firmeza en razón del sacramento”. El Codex Iuris Canonici (Código de Derecho Canónico) tiene su regla, la ley atroz que crucifica a los inocentes y a los culpables en el madero de la soledad sin misericordia.

¿Por qué no le explican que la historia eclesial escribió otra realidad? El sucesor del papa Celestino III, el cardenal Giaccomo Lotario di Senni, con apenas 37 años, sería el gran reformador de la Iglesia. El noble personaje, con cargo de diácono, fue elegido Papa en 1198. Días más tarde fue ordenado sacerdote. El obispo se llamaría Inocencio III.

El pontífice Inocencio III fue el creador del vínculo marital perpetuo. La Iglesia, fundada por el Dios del amor, pudo vivir y crecer por más de 1.200 años sin la severa cláusula del derecho canónico llamada indisolubilidad.
El mandato papal tuvo un fin geopolítico más que moral. El objetivo era meter en cintura a los monarcas europeos para que sirvieran bajo el dominio de la tiara. El Papa debía ser la máxima autoridad en un mundo feudal donde el poder terrenal le pertenecía a las casas reales. La forma de control llegó a las alcobas y se abalanzó legalista sobre los matrimonios que representaban alianzas favorables para los intereses económicos de los Estados pontificios.
La bendición conyugal se convirtió en un arma de inspección nupcial que podía esclavizar conciencias, aumentar territorios y cobrar indulgencias para servir a la gloriosa causa de un señor poderoso, el Papa.
Las consecuencias de las reformas de Inocencio III escribieron acontecimientos críticos que generaron cismas y guerras. Los gestores del aquel caos sangriento son piezas vitales de la historia europea y americana.
El caso más pedagógico, para ilustrar el desastre, es el de Enrique VIII (1491-1547). Este Rey de Inglaterra, perteneciente a la dinastía Tudor, utilizó sus dones contra la Reforma protestante creada por Martín Lutero, en 1520. Su tesis vital le sirvió para obtener el benemérito título de “Defensor de la Fe Católica”. (Distinción otorgada por el papa León X por el Tratado de los siete sacramentos. El documento fue escrito en 1521).
La maravillosa ponencia cambió cuando la Iglesia intervino en el primer matrimonio del Rey con la viuda de su hermano Arturo, Catalina de Aragón. La señora no le dio herederos varones, por lo que Enrique VIII le solicitó al Papa la anulación del matrimonio.

El monarca se acordó de: “…Ningún hombre debe acercarse a una mujer de su propia familia para tener relaciones sexuales…”. Levítico 18,6. (1527). Detallito que también se le olvidó a la Curia romana.
El papa Clemente VII, prisionero de Carlos V, le negó la nulidad y Enrique VIII decidió divorciarse de Roma. El Rey apóstata entabló una partida secesionista donde las leyes del juego las colocaba él en beneficio de su triunfo.
Primer movimiento. Mandó oponer leyes contra el canon. Le pidió a varias universidades europeas unos motivos favorables a su divorcio (1529).
Segunda jugada. Aprovechó el descontento del clero secular inglés por la fiscalidad papal y les reforzó el disgusto con la codicia. Acusó a las órdenes religiosas de banqueros y de paso se hizo reconocer jefe de la Iglesia de Inglaterra (1531). Y pensar que en estos trópicos todavía se preguntan: “¿El poder para qué?”
Tercera movida.
El Rey atacó a los defensores del vínculo marital. Nombró a su amigo Thomas Cranmer arzobispo de Canterbury y le ordenó anular el matrimonio y coronar a su concubina, doña Ana Bolena, como reina. Roma contraatacó. El papa Clemente VII excomulgó al Rey, al arzobispo y a Bolena.
Cuarto lance.
Enrique VIII se inventó y opuso el cisma de la Iglesia de Inglaterra. El Parlamento aprobó la medida y surgió la Ley de Supremacía, 1534. Legalismo contra legalidad.
Fin parcial del episodio. La Iglesia de Inglaterra quedó liberada de sus votos de obediencia a Roma. La entidad fue transformada en una Iglesia nacional independiente cuyo señor era Enrique VIII.

La Corona expropió los bienes eclesiásticos y persiguió a los católicos fieles al Papa. El arzobispo Cranmer reformaría la Iglesia anglicana y la entregaría, como patrimonio del cristianismo protestante, a las ideas luteranas y calvinistas.
El síndrome del cismático Enrique VIII no terminó. En el siglo XXI, cuando los anónimos católicos no pueden solucionar los problemas de sus relaciones maritales fundan iglesia propia en el garaje de la casa.
Resulta más fácil inventar un credo sectario que dialogar con la religión del amor porque se interponen las normas, codificadas por leyes inútiles, que son sordas al sentido común.
La Iglesia Católica se fracciona porque ciertos jerarcas, miembros de la masonería eclesiástica, defienden el precepto de un código manipulador. Nada nuevo, pero sí oculto al feligrés.
La alarma sonó más de un siglo atrás y su eco sigue vigente.
La Encíclica Pascendi de Pío X, del 8 de septiembre de 1907 señaló: “…Ellos traman la ruina de la Iglesia, no desde afuera, sino desde adentro; en nuestros días el peligro está casi en las entrañas mismas de la Iglesia y en sus mismas venas; y el daño producido por tales enemigos es tanto más inevitable cuanto más a fondo conocen la Iglesia…”.
La denuncia se estableció en el Código de Derecho Canónico de 1917. En el canon 2335 se declaró la excomunión a quien perteneciera a la masonería. La Santísima Virgen María, el 29 de junio de 1983, le reveló al padre Gobbi, miembro del Movimiento Sacerdotal Mariano: “…La Bestia negra es también la Masonería, que se infiltra en la Iglesia y la ataca, la hiere y trata de demolerla con su táctica solapada y peligrosa…”. La sentencia pervive y la confirmó la declaración de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe del 27 de noviembre de 1983. El documento, conocido como Quasitum est, permanece vigente.

El síntoma de la cofradía conocida como la Bestia negra es su huella hedionda a realidades duales. Motivo por cual el liberalismo masónico ensangrentó los siglos XIX y XX de Colombia. La Iglesia reaccionó y lanzó a sus cruzados en rescate de la fe. San Ezequiel Moreno, el benemérito Obispo de Pasto, resumió, en una frase, el lema de la ideología que hace de la mentira su altar: “El liberalismo es pecado”.
Los prelados de combate envejecieron y desaparecieron. Las oligarquías masónicas pactaron el Frente Nacional y fin de la virtud. La Nación, con el primer santuario mariano de America del Sur, dejó de ser un país católico.
La razón surgió en el mismo vientre que gestó a don Enrique VIII: el fracaso del matrimonio. Derrotado el sacramento, de acuerdo con normas jurídicas, la desmembración familiar quedó en manos de la industrial del divorcio. El catecismo sin lectores, atado a estatutos canónicos, no pudo evitar que la sociedad entrara en la crisis hedonista donde reina la falacia legalizada.
El pecado dejó de ser una falta contra la moral. La trasgresión es un problema de geografía urbana. Basta con cruzar la calle y llegar a la secta que lo recibe con perdones y Aleluya. El renegado se convierte, por obra y gracia de la gazmoñería vernácula, en “hermanito separado”.
El colombiano posmoderno es irreformable en sus decisiones. “Mi Iglesia no me perdona. No tengo causal ni dinero para pagar las costas de un proceso de nulidad, pues adiós a la Eucaristía”.
Pobre de aquel humilde feligrés que se someta mansamente a los dictados de la Asamblea. Las asociaciones católicas le recordarán con actitudes, palabras y hechos que es un vil desdichado. Será discriminado, perseguido, calumniado, humillado y ofendido por aquellas santas matronas, guardia pretoriana de toda parroquia nacional, donde la soltería es el triunfo de la esterilidad.

El estado civil se convierte en un drama sin una salida coherente y cristiana. El católico, casado y separado, que vive con otra esposa bajo las leyes de su país es un proscrito de los sacramentos.
El católico casado y separado que se une a otra mujer, pero bajo la égida de una doctrina es un “hermano separado, un hijo pródigo, una oveja extraviada, una magdalena, una esperanza para el apostolado, un invitado a la santidad”. No se les puede llamar apostatas, cismáticos, perjuros, herejes e impíos porque es una falta a la caridad.
Santa madre Iglesia, ¿por qué empujas a tus hijos hacia las dictaduras de las madrastras? “…No te pido que los saques del mundo, pero sí que los defiendas del maligno…”. (Juan 17,15).
El resto son posiciones variables. La Santa Iglesia Católica Romana, pontifica sobre el matrimonio según la doctrina del Concilio Vaticano II, pero azota a tus fieles con una contradicción paradójica que se le aplica exclusivamente a los débiles.
1.). Mantiene relaciones diplomáticas y concordatos con Estados gobernados por masones o comunistas confesos, entre otros males. Ellos patrocinan el aborto, el matrimonio civil y la unión libre.
2.). Defiende el monoteísmo a capa y espada. Pero acepta la libertad de cultos. Si existe un solo Dios, ¿para qué el politeísmo?
3.). Impone el sacramento del matrimonio con ferocidad de inquisidor, pero promueve el ecumenismo con religiones y sociedades donde la poligamia es un forma de vida válida. ¿Para qué hacer indisoluble una relación si la muerte la separa?
4). Oculta y alcahuetea con generosidad de celestina las relaciones maritales de algunos sacerdotes. En Colombia, el clero secular impone marcas propias de los Hidalgos de Bragueta. (Tradición heredada del Derecho de Pernada). Las denuncias reposan en los archivos de los noticieros de la televisión.
5.). En Colombia patrocinó procesos de paz que durante 50 años sirvieron de fábrica de engaños. Su institucionalidad permanece abierta para perdonar y recibir a criminales que harían palidecer de envidia a los nazis. Los paramilitares descuartizaban ancianos vivos. Los sujetos están cobijados por una ley de perdón y olvido. La tramoya legal es apoyada por la Conferencia Episcopal.
6). Perdona el aborto (bajo el sacramento de la confesión) y todos los puntos anteriores, pero no absuelve al divorciado. Además, en retaliación deja sin alimento espiritual el alma del caído. La persona que contrae matrimonio civil, en segundas nupcias, no recibe la absolución ni la comunión. No hay perdón.
“…Queda bien claro que si ustedes perdonan las ofensas de los hombres, también el Padre Celestial los perdonará. En cambio, si no perdonan las ofensas de los hombres, tampoco el Padre los perdonará a ustedes…”. (Mateo 6, 14-15).
Ese trozo del Evangelio es letra muerta para miles de matrimonios señalados con el INRI del amancebamiento.
El Dios del amor insiste irrevocablemente en el perdón sin restricciones legales ni condicionamientos a códigos y se lo ordenó a su primer Papa.
“…Entonces Pedro se acercó y le dijo: Señor, ¿cuántas veces debo perdonar las ofensas de mi hermano? ¿Hasta siete veces? Jesús le contestó: No digas siete veces, sino hasta setenta veces siete…”. (Mateo 18, 21-22). Lo que significa siempre, eternamente.
El Dios de la misericordia se dejó traspasar el corazón para defender la infinita realidad del perdón, pero las noticias que circulan por la Internet lo traicionan. ¿Será que el Altísimo se equivocó?



BENEDICTO XVI DA INDICIOS DE CAMBIO
Por Philip Pullella
Sólo en Estados Unidos hay siete millones de católicos divorciados y casados en segundas nupcias. En Alemania, otro país donde el problema se discute a menudo, los obispos pidieron al Vaticano en 1994 que considerara una reforma, pero fueron reprendidos por Benedicto XVI, entonces el cardenal Joseph Ratzinger, que era la máxima autoridad doctrinal de la Iglesia.
‘Este sínodo debe ser pastoral en su estrategia. Debemos buscar caminos para incluir a aquellos que están hambrientos por el pan de la vida' dijo Dew. 'El escándalo de aquellos hambrientos por la comida de la Eucaristía debe abordarse, igual que debe abordarse el escándalo del hambre física'.
Cómo lidiar con esta condición ha sido uno de los asuntos debatidos de forma más persistente en el seno de la Iglesia en los últimos años.
Según las normas actuales, aquellos que se casen de nuevo fuera de la Iglesia sólo pueden recibir la comunión si se abstienen de mantener relaciones sexuales con sus nuevas parejas porque la Iglesia considera que el primer matrimonio aún es válido.
Mientras que el fallecido Juan Pablo II se mantuvo firme sobre su exclusión de la Eucaristía, Benedicto XVI ha indicado que puede ser más flexible. En julio dijo a unos sacerdotes que la condición de los divorciados y casados de nuevo debería ser sometido a un mayor 'estudio' debido a que era una 'situación particularmente dolorosa'. En esa ocasión el Papa dijo que dichos católicos debían ser bienvenidos en las parroquias aunque no pudieran recibir la comunión.

Si el papa Benedicto XVI pudiera escuchar la historia de una mujer noble, campesina y soltera casada con un divorciado. A ella le tocó pelear en su parroquia por el bautismo para sus hijos. Los bondadosos colegios católicos, años más tarde, se los rechazaron de las aulas.

El relato es terrorífico. Familiares y amigos la apartaron de sus círculos y cofradías donde se vive ese fervoroso sentido del apostolado por la caridad. La mujer adúltera sufre, por amor a su hogar, una lapidación constante. Ella, que en su labor de samaritana, salva a un hombre del abandono, levanta a una familia y sostiene a otra con su coraje redentor llora con lágrimas desdichadas cuando escucha: “Te doy la bendición, pero no la absolución”.

El sacerdote no escucha el dolor del Dios sacrificado que grita desde su altar: Te di mi Cielo, te doné mi Sangre, te entregué a mi Madre a cambio del amor de esa mujer que se retira en fatal desconsuelo. “…Pues a mí se acogió, lo libraré; lo protegeré, pues mi nombre conoció. Me llamará, yo le responderé; estaré con él en la desgracia…”. (Salmo 91,14-15). La respuesta, al pecado sin absolución, es la misma de antaño: “Es la ley, Maestro”.

La ley que explotaba a la viuda.
La ley que impedía curar en sábado.
La ley que convirtió la casa del Padre en cueva de ladrones.
La ley que lapidaba a las adúlteras.
La ley que te vendió por treinta monedas de plata.
La ley que liberó a Barrabás.
La ley que te crucificó.
La ley que lapidó a Esteban.

¿Evangelio de amor o ley canónica? La diferencia la redacta la Historia con sangre de mártires. Mientras escoge lo invito a leer, en las siguientes páginas, sobre el pecado púrpura, otra consecuencia del canon 1056.


El pecado púrpura

Dios inventó el perdón y las mujeres la culpa. Dios creó la misericordia y sus apóstoles, las jerarquías. El Evangelio, sustentado sobre la ley del amor, se obedece, pero no se cumple porque el divorcio no existe.

La evolución del pecado colombiano trascendió hasta modificar el significado de lo injusto. Su semántica se acomoda a la circunstancia, particularmente femenina.

El resto es el fracaso del diccionario. La Real Academia Española es una muestra que el significado, para el caso que nos ocupa, es inoperante. Los tres primeros datos sobre la palabra mortal son desconocidos por muchas. Pecado: Transgresión voluntaria de preceptos religiosos. 2. Cosa que se aparta de lo recto y justo, o que falta a lo que es debido. 3. Exceso o defecto en cualquier línea.


El príncipe de los ángeles rebeldes quedó absorto ante la superación activa de su invento. El yerro sólo opera en un sentido, el netamente masculino. La prueba, con reto incluido, tiene una pregunta: ¿Conoce usted a alguna mujer adúltera que confiese su falta abiertamente y sin tapujos?

La respuesta es un no rotundo.

Si por una eventualidad, rayana en el milagro, se atrapara a un raro ejemplar el culpable sería el marido. Total la victimaría es eximida. El precio se borra con lágrimas y las consecuencias las paga el chivo expiatorio. La fémina es feliz.

Definitivamente, la letra escarlata es un blandón para caballeros. No en vano, el color púrpura forma parte del vestuario de los reyes, los emperadores, los cardenales y las banderas liberales.



Y de nuevo al presente vernáculo.

Las pequeñas sociedades católicas nacionales cerraron sus almas con un candado para deformar el desprecio. Su vocabulario, afilado por el ejercicio corporativo y falaz, condena sin piedad. Los tribunales fueron instalados en los salones parroquiales, las reuniones para tomar chocolate, las esquinas y las cocinas. Las juezas agregaron un signo negro al alfabeto de la ignominia.

La escarlata y su prontuario se permutan, se borran, se sangran o simplemente se archivan cuando lleva faldas. Las iluminadas sin luz encandilan al macho portador.
El adulterio dejó de ser un problema moral para convertirse en una circunstancia social. La beatería desechó las consecuencias nefastas consignadas en la Biblia. El rey David y Betsabé, esposa de Urías el hitita, rompieron el orden establecido. “…David ordenó entonces a unos mensajeros que se la trajeran, y se acostó con ella, después de lo cual ella volvió a su casa…”. (2 Samuel 11, 2-4).
El precio se pagó con un castigo filialmente cruel, la muerte de un hijo. El Antiguo Testamento respiró justicia y hubo perdón. “…Después David consoló a Betsabé, su mujer. Fue a visitarla y se unió a ella, y ella dio a luz un hijo al que David llamó Salomón. El Señor amó a este niño…”. (2 Samuel 12, 24).
Nadie más osó juzgar a David por el desliz cometido. La gracia Altísima transformó el escabroso asunto en una senda misericordiosa. La gravedad del acto y sus consecuencias tan catastróficas recibieron una solución sencillamente celeste. La casa de David, el Adúltero, fue la elegida para ser el ancestro del Mesías.



Los siglos pasaron y el Cristo confirmó la promesa davídica. “…Señor, Hijo de David, ten compasión de mí…”. (Mateo 15, 21). Jesús se compadeció de una mujer no judía, pero sus actuales discípulas no. Ellas son alérgicas al perdón porque creen estar por encima del bien y del mal.
El indulto dejó de ser una virtud mujeriega, y la lacra amante trastoca los lechos maritales. La trampa forma parte de la conducta humana en variados temas.
El adulterio, con su desplante criminal, evolucionó hasta los límites del mito. Lanzarote, primer caballero del rey Arturo, fue hechizado por la reina Ginebra. La leyenda quedó signada por la derrota sin lealtad.
El ajetreo social, entre el mandato divino y el amor bohemio, se inoculó en la novela libertina y en el romanticismo decimonónico.
La literatura cosechó párrafos inmortales como Otelo, de William Shakespeare; La letra escarlata, de Nathaniel Hawthorne y El amante de Lady Chatterley, de David Herbert Lawrence que alertaron sobre la muerte emocional.
Ese comportamiento se vertió en las letras de Gustave Flaubert y su novela Madame Bovary. El autor resultó involucrado en un proceso legal de donde salió absuelto por una comunidad inmoralmente amoral.
La sociedad francesa, al verse retratada, optó por la venganza silenciosa. El adulterio acabó con el Imperio de Napoleón III. La Historia intenta justificar y explicar la debacle con otras causas, pero la infidelidad conyugal fue su perdición. La Francia adúltera obtuvo la redención.
Los amantes de Clío volvieron glorioso lo que fue canalla.


La realidad nutrió y superó los casos famosos entre los cornudos profesionales. El temor por el escándalo ocultó, usurpó y olvidó.
En síntesis, el adulterio es legalmente perdonable para el individuo porque la sociedad requiere sobrevivir. La falta encuentra la redención desde la confesión sacramental hasta el eufemismo histórico. Incluso la novelística lo convierte en una causa válida de protesta contra la hipocresía.
Sin embargo, el monstruo insaciable engendró una llaga incurable para el género masculino: El divorcio.
Por fin, el texto llegó a su encrucijada contemporánea.
Los bogotanos raizales del siglo XXI sufren con un delito antropológico inapelable: El divorcio civil o la separación corporal. Son estados distintos, pero causan el mismo desastroso efecto: El penado es el hombre. La mujer queda automáticamente libre.
Ella será la mártir inocente de una circunstancia ajena a su voluntad. Simplemente, el ayuntamiento carnal ilegal femenino es inexistente porque la culpa, atemporalmente, le pertenece al marido porque esa es su dote.
En este renglón, embadurnado con protestas inútiles, entra la fascinante sociedad católica a lapidar.
El divorciado jamás será absuelto. Sus comportamientos públicos son tergiversados y modificados por obra y arte de las lenguas viperinas.
Los ejemplos parroquiales son elocuentes. El sindicado, perdonado por Dios y que ora ante el Santísimo, es un perjuro, fornicador, adúltero, relapso, libertino y reo del infierno.


Los adjetivos medievales nacen furiosos del lenguaje perdulario de las solteronas gazmoñas, las teólogas machorras, las defensoras del aborto, las amantes liberales, las divorciadas en concubinato abierto y las sobornadoras del chisme.
A ellas se suman las religiosas rebeldes que no leen el Evangelio si no los postulados relativistas donde la axiología depende del capricho hormonal.
Es bueno ilustrar los casos.
Una muchacha, criada en un convento dirigido por religiosas, confiesa sin pudor que ha violado los Diez Mandamientos. Ejerce su derecho constitucional al libre albedrío por el vicio. Ella, víctima modelo de la ineptitud pedagógica, no dudó en señalar y rechazar la amistad de un varón célibe porque: “…Usted es un divorciado…”. Las monjas le alcahuetean su concubinato.
La situación real se traduce en: Asesino en mi vientre porque soy la dueña del cuerpo. El acto ni siquiera necesita del confesionario.
El siguiente paradigma es más concreto.
“Aborté porque me dio la gana y punto. Además, cuando me divorcié hablé con un cura y él me expresó: “…Hija, no es necesario declarar nulo el matrimonio. Como él ya no la ama, y el vínculo marital es el amor, pues el sacramento ya no existe…”. La señora, con base en esa respuesta, puede fornicar y comulgar sin cometer falta.
El consorte, desde luego, es un malhechor de baja laya.
El cierre compite por el campeonato. La honorable matrona con tres legrados, cuatro matrimonios (uno católico y tres civiles) y en unión libre simplemente se siente indignada por charlar con un divorciado que lleva una vida casta.


Los círculos dominantes del barrio hacen eco. Los separados son un peligro que debe ser combatido con armas que van desde la calumnia hasta el desprecio.
Las juezas santurronas lanzan las primeras piedras porque el “pecado púrpura” para el divorciado no tiene absolución. Ellas pasan por alto un mandato vital: “…No juzguen a otros, para que Dios nos los juzgue a ustedes…”. (Mateo 7,1).
Los condenados optan por buscar refugio en cualquier secta. Los pastores los reciben con los brazos y los testamentos abiertos. Son bautizados, perdonados, premiados y casados en un santiamén. Lo que no quiso reparar el Catolicismo lo arregla una asamblea de garaje con la lectura del Evangelio a grito herido.
¿Por qué no hay una segunda oportunidad para millones de seres que habitan en la tragedia marital sin el matrimonio sagrado?
¿Por qué la Iglesia, que perdona crímenes horrendos, no absuelve el divorcio? Basta con una encíclica que declare nulos los matrimonios que no funcionaron. Una vez es suficiente. No más costosos tribunales eclesiásticos que reviven el martirio de una catástrofe. La solución es simple: “…A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedarán perdonados…”. (Juan 20, 23).
La jerarquía papal y sus cardenales guardan secretos capaces de santificar al demonio y otros que lo avergonzarán por siempre. ¿A caso miles de criminales no llegaron a ser santos, al estilo de san Pablo? Cuántos sacerdotes y obispos pasaron por alto la frase: “…No cometerás adulterio…”. (Mateo 5, 27).
Y ni hablar de los políticos con capacidad para desteñir la mentira con falacias jurídicas.
Un ejemplo ilustra la injusticia cometida contra “Juan Nada” y sus miserias heredadas. Las siempre manoseadas hojas patrias son elocuentes en sus testimonios amnésicos.

Rafael Núñez, esposo católico de doña Dolores Gallego, contrajo matrimonio civil en París con Soledad Román (junio 28 de 1877). El ex presidente fue representado por Eduardo Román ante el notario francés.
El presidente de los Estados Unidos de Colombia, Rafael Wenceslao Núñez Moledo (1823-1894), fue nombrado Caballero de Primera Clase de la Orden Piana por el papa León XIII. (El 19 de diciembre de 1886).
El adulterio fue premiado y en cierta forma protegido por El Vaticano. El escándalo se negoció sin tapujos para obtener un concordato (1887). Núñez, el bígamo y el concubino contumaz, desafió e impuso su voluntad ante la Santa Sede.
El triunfo necesitaba una comedia barata para celebrar la condecoración al delito lascivo.
La contumelia política bastó para negociar la legalización de un amancebamiento presidencial. En el Palacio de San Carlos, el señor Arzobispo de Bogotá, José Telésforo Paúl, tomó a Soledad Román del brazo y la llevó hasta la mesa. “…Así el más alto dignatario de la Iglesia colombiana, con este mudo homenaje social, daba inequívoca prueba del respeto con que la Iglesia miraba la unión de doña Sola y el presidente…”, escribió Indalecio Liévano Aguirre en su obra Rafael Núñez.
El escandaloso sainete no se transformó en falla mortal. Lástima que el contubernio sólo sea la pesadilla del católico desdichado y anónimo.
Los años pasaron y, después de 128 calendarios, en el Tribunal Eclesiástico de Bogotá no se instaura una demanda para obtener la nulidad del matrimonio porque el demandante carece de los recursos para pagar el proceso.


La causa justa y sin dinero se traduce en una infracción perpetua. “Si deseas a una mujer cometerás adulterio en el corazón”. Fin de la misericordia. La Iglesia tiene el poder para curar el cáncer familiar, pero el derecho canónico se interpone.
Por favor, piedad con los caídos en una acción conyugal porque: “…Unos ya nacen incapacitados para el matrimonio…”. (Mateo 19, 12).
El Evangelio se escribió con sangre divina para que ningún error estuviera por sobre la caridad. Hoy, la jurisprudencia eclesiástica tacha una sentencia necesaria: “…Aquel de ustedes que no tenga pecado que tire la primera piedra…”. (Juan 8,7).
Jesús amó a los pecadores. El entregó su corazón al filo de una lanza y al rigor de un madero para salvar a la humanidad. El holocausto incluyó a los adúlteros-divorciados.
“…Cuando Jesús bajó del monte, mucha gente lo siguió. En esto se le acercó un hombre enfermo de lepra, el cual se puso de rodillas ante Él y le dijo:
-Señor, si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad. Jesús lo tocó con la mano, y dijo:
- Quiero. ¡Queda limpio!...”. (Mateo 8, 1-3).
¿Se puede limpiar la lepra del divorcio con una nulidad marital?
¿Se puede limpiar la lepra que impide la comunión?
La pregunta final es: ¿para qué sirve un “gueto católico” donde el pecado púrpura se quedó sin indulgencia? Miles de personas se retiran del confesionario sin absolución porque viven su amor con la persona correcta.
…Por Dios, ¿quién inventó ese infierno?
(Artículo tomado del libro La sexta llaga del Verbo. Obra inédita del autor).



El pecado de la inocencia

La Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana tiene razones que la caridad no comprende. Roma piensa que la cruz la deben cargar los inocentes para purificar la posibilidad sospechosa de una falta ficticia.

Sí el párrafo le sonó feroz en su construcción argumental quiere decir que aún no pasa por el honorable Tribunal Eclesiástico de Bogotá. Esta respetadísima institución tiene la misión de investigar y determinar si un matrimonio puede ser declarado nulo, entre otras funciones jurídico-canónicas.

Para brevedad del asunto y en aras de la claridad conceptual se hará un resumen de un caso particular que ilustrará la entrada del artículo.

Un periodista católico (no practicante) tuvo la fortuna de engendrar vida con su novia sin más bendición que un poema de amor.

El hijo se convirtió en un pecado mortal y en el deshonor de una familia. Hubo chantaje, coacción y amenaza con muerte incluida para buscar un matrimonio por la Iglesia. El futuro padre se rindió ante la posibilidad de un aborto provocado y se entregó a las circunstancias que imponía Cupido, el Traidor. La saeta envenenada hirió su alma. El sainete familiar cumplió con todos los libretos que exigía la comedia para redactar “Las bodas de sangre”.

En la conciencia, de quien confiesa su falta, está escrito que acudió presuroso a demostrar con viril nobleza paternal que un hijo no será jamás pecado.




Le informó a su párroco de la situación y le confesó el yerro contra la sexta ley del decálogo del Sinaí. El trámite nupcial se cambió de parroquia para agilizar la ceremonia. Nuevamente se le contó la verdad al ministro. Se cumplió con el prerrequisito de asistir al curso prematrimonial dos y meses y medio después de haber contraído matrimonio. La esposa encinta.

“…Te confesé mi falta, no te escondí mi culpa. Yo dije: ‘Ante el Señor confesaré mi falta.’ Y Tú, Tú mi pecado perdonaste, condonaste mi deuda…”. (Salmo 32,5).

La Santa Madre Iglesia quedó lo bastante bien informada de las andanzas e irregularidades de una oveja negra para asumir el sacramento del matrimonio. Dos años después, el divorcio civil separó lo que se unión para dignificar un parto.

La segunda escena de este episodio es soportar por más de una década el estigma sin perdón. La crónica, El pecado púrpura, ilustró esa realidad con sucesos cotidianos.

La fatiga que impone la caridad cristiana sobre sus apóstoles hizo que se buscara la ayuda del Tribunal Eclesiástico. Allí, el saludo de bienvenida tiene dos partes: “Aquí estamos para ayudarle y ningún proceso comienza si no se cancela una parte del costo del mismo”.

En este caso, entre asumir las primeras diligencias y conseguir una rebaja en las costas pasaron dos años muertos. No se avanzó ni un renglón en la causa justa de la liberación.

La defensa, por la que optó el demandante, fue simple. Asumió la totalidad de la responsabilidad de los hechos. Elevó a su enemiga vitalicia a la categoría de santa, víctima y mártir. Defendió, con nitidez de prosa, su causa. Expresó los argumentos contradictorios de la señora y un párrafo del catecismo. La complejidad de lo simple los sorprendió.


El catecismo de la Iglesia Católica, edición de la Conferencia Episcopal Colombiana, Bogotá 1993. Página 421 expresa: …“ El consentimiento (matrimonial) debe ser un acto de la voluntad de cada uno de los contrayentes, libre de violencia o temor grave externo. Ningún poder humano puede reemplazar este consentimiento. Si esta libertad falta, el matrimonio es inválido…”. (El tribunal gastó un año para llegar al mismo punto).

La paciencia encontró su calvario. Por fin hubo para comprar el aceite de la maquinaria eclesial.

El suplicio comenzó con un juramento, la mano derecha sobre los Santos Evangelios. ¿Para qué jurar si Dios lo prohibió?: “No tomarás en falso el nombre del Señor tu Dios. (Éxodo 20,7 Deuteronomio 5,11). Se dijo a los antepasados: No perjurarás… Pues yo os digo que no juréis en modo alguno…”. (Mateo 5, 33-34).

El juramento en falso o perjurio consiste en invocar a Dios como testigo de una mentira. El redactor informó los hechos a su Iglesia y se apoyó en la eficiente complicidad jesuítica para lograr un matrimonio de mentiras y por tanto nada tenía que ocultarle.

El tribunal asumió un riesgo. El ente sabía que los dos cónyuges se enfrentaban en controversias irreconciliables en otros aparatos judiciales. De esa problemática se le informó por escrito en las primeras diligencias. Uno de los dos mentiría. (La falacia usa faldas).

Entonces, basta de preámbulos. Es la hora del asombro para los que colocan la inteligencia al servicio de la honestidad. Condición indispensable para las plumas que no se doblegan ni se venden. Después del juramento, el señor Castaño es indagado con tono de inquisidor por el sacerdote o vicario judicial adjunto, terrible contradicción. Motivo: Escribir una carta el primero de agosto de 1993, cuando aún gozaba del eterno privilegio de la soltería.


En la misiva aparecen las siguientes frases: “…Ellos tuvieron el privilegio de volverse locos… Vanidades estúpidas de bestias derrotadas…El vital impulso del amor me ánima… También tú eres el amor…Y ¿te quieres casar conmigo?...”.

Si el sacerdote-juez, la abogada defensora y la ex señora hubieran tenido el elemental y delicado gesto de leer el encabezado habrían podido concluir que el nombre de la destinataria no era parte del proceso. Los aplausos para la trilogía. Los sagaces investigadores son un paradigma de eficiencia sin parangón. Descontextualizaron la información en una implacable cacería de fantasmas.

No contento el ministro sagrado violó la reserva de un proceso penal del cual extrajo el borrador de un trabajo universitario escrito entre 1990-1991. (Material elaborado dos años antes de haber tenido el inmenso placer de conocer a la futura y temporal consorte). El texto lleva por título Gervasia.

El estricto vicario y sus asesores indagaron sobre el porqué el señor Castaño había escrito Gervasia. Según ellos, la contraparte y sus diccionarios la expresión “gerba” significa: “rata de alcantarilla”.

El Padre tuvo la osadía formal de mirarlo con disimulado desprecio y preguntar: ¿Por qué escribió eso? ¿Y qué significa rata de alcantarilla? Solamente por un exceso de pulcritud moral, herencia vital de una familia de caballeros y cruzados se le respondió con un indignado silencio. “…Bueno es esperar en silencio la salvación de Yavé…”. (Lamentaciones 3,26).

No contento con la maniobra de sabueso leyó la correspondencia privada en voz alta y se dirigió en tono burlón a la abogada defensora: ¿Doctora, a usted alguien le escribió cosas como estas?
¿Cómo le parece?




El demandante intentó en vano dar una explicación sobre el uso de las figuras retóricas y sus varios matices dentro de la poesía en prosa. “…La metáfora es una aplicación de una palabra o de una expresión a un objeto o a un concepto, al cual no denota literalmente, con el fin de sugerir una comparación (con otro objeto o concepto) y facilitar su comprensión… La cátedra fue brutalmente interrumpida por la soberbia del poder vicarial judicial adjunto que le habló de humildad.

La belleza intelectual, por ser un don de Dios, cumplió con el deber de crear y no debió ser atropellada por el despotismo canónico. “… Porque todo viene de ti, y de tu mano proviene lo que te damos…”. (1 crónicas 29,14).

El interrogatorio volvió a las sendas de la semántica. ¿Qué significa Gervasia? o ¿Gerba?, le daba igual.

Resulta que la palabra “gerva o gerba”, según la ortografía del acusador, no existe en el Diccionario de la Real Academia Española, vigésima segunda edición. Pero para tranquilidad de la conciencia que calumnia amparada en el signo de la sotana se resuelve el misterio por obra y arte de una biblioteca que es herencia familiar de los defensores de la cruz y la bandera.

Gervasia: Nombre femenino de origen germánico. Lancera y vasalla. Además, el nombre es muy común en la Bogotá del siglo XIX. Por ejemplo, así se llamaba la hija de Francisco de Paula Borda. Él es el autor del libro Conversaciones con mis hijos. Biblioteca Banco Popular. Bogotá 1974. Allí aparece el nombre Gervasia. Tomo 1. Página 67.

También se usó en obras costumbristas como Los Aguinaldos de Chapinero. Autor: Eugenio Díaz Castro. Nueva Biblioteca Colombiana de Cultura. Bogotá 1985. Tomo 1. Página 133.




Bruna, La Carbonera. Autor: Eugenio Díaz Castro. Nueva Biblioteca Colombiana de Cultura. Bogotá 1985. Tomo 1. Página 268. “ .. Mi estimada Gervasia…”.

En síntesis, se le indagó por escribir, pero por escribir lo que no estaba escrito y lo que nunca escribió. Entre “Gerba” y Gervasia existen realidades, históricas y diferencias semánticas monumentales.

Poetas, escritores y periodistas del mundo por ser mi alma sangre de su sangre les pido un favor: otro aplauso para el Tribunal Eclesiástico y su vicario judicial.

Peguntas: ¿Qué tiene que ver el significado de una palabra en un proceso donde se espera declarar nulo un vínculo matrimonial? ¿Cuál es el delito? ¿Desde cuándo el Tribunal Eclesiástico de Bogotá es juez de la Constitución Nacional?

La Carta Magna, en su artículo 20 reza: “Se garantiza a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y opiniones, la de informar y recibir información veraz e imparcial, y la de fundar medios masivos de comunicación. Estos son libres y tienen responsabilidad social. Se garantiza el derecho a la rectificación en condiciones de equidad. No habrá censura.

Artículo 73: La actividad periodística gozará de protección para garantizar su libertad e independencia profesional.

Artículo 74: El secreto profesional es inviolable.

Según la línea investigativa del sacerdote, ¿qué hubiera pasado con estas líneas?:

“…Caes sobre los prados como un buitre sobre la carroña fresca.
Murmura los pastos aplastados bajo el viento de la oración. ¡Pulveriza el mundo! ¡Empuja al abismo el tronco redondo, si eres tan poderoso, borrasca de los cuervos!


“Les partes el pecho a los robles. Les arrancas los brazos vivos.
Caen los robles­--los combatientes. No abandonarán la trinchera.
Hieres con el acero de las bayonetas. Con la punta de los sables.
Victoriosa. La tierra es suya. ¡Todo alrededor!...”.

¿Se le preguntaría al autor por qué escribió? ¿Y qué significa las frases?: “carroña viva” o “les arrancas los brazos vivos”.

El “criminal responsable” de esas estrofas es Karol Wojtyla, el papa Juan Pablo II. Ver Mousiké. Traducción y estudio crítico de de la poética juvenil de Karol Wojtyla de Bogdan Piotrowski. Edición Universidad de La Sabana. Bogotá 2008. Páginas 137-138.

En otra diligencia y momento de tensión verbal el demandante le preguntó de frente, y con la respetuosa rectitud que oficia la decencia: ¿Padre, usted cree en mi inocencia, sí o no? Contestó: “No tentarás al Señor tu Dios”.

Al finalizar esa reunión expresó: “…Su caso es muy delicado, tenga paciencia, pero yo tengo afán y debo irme. Dejemos aquí…”. Me imagino que con ese concepto de resignación cristiana el santo Job se suicidó en el Cielo.

Monseñor Lucio María Renna, O.C.D., Obispo de San Severo, (Italia) enfatizó en su carta pastoral In nomine Domini: “…Delante del sacerdote se abre un escenario que no tiene fin; y él no puede fingir que no lo ve y permanecer cerrado en sus hábitos, en las repeticiones pastorales, comprendidas y vividas como una sacramentalización, muchas veces motivadas por utilidades personales. Mente, ojos y corazón abiertos son pedidos al sacerdote. Con generosidad y radicalidad. Las medias tintas, los ‘más o menos’ ‘los si’, ‘los pero’ destruyen todo, especialmente si son acompañados por actitudes de superioridad, de arrogancia y de mal carácter, dando un imagen decrépita, falsa y anacrónica, y algunas veces odiosa del sacerdocio y de la Iglesia…”. (Revista Heraldos del Evangelio. Número 56. Marzo de 2008).


Probablemente, el vicario no entendió su posición ni la vigencia conceptual de un problema de conciencia. El papa Benedicto XVI, en discurso a los miembros de la Comisión Teológica Internacional (octubre 5 de 2007) expresó: “…El contenido ético de la fe cristiana no constituye una imposición dictada desde el exterior a la conciencia del hombre, sino una norma que tiene su fundamento en la misma naturaleza humana…”.

Y sin embargo, suceden situaciones que desafían el sentido general del orden mental para llegar a la verdad, que no es otra cosa que la lógica.

La institución pidió una lista de testigos donde se especifica el grado de parentesco. Se contestó verbalmente y por escrito. Se verificó y se explicó. El tribunal envió cartas y fijó las fechas para la diligencia. Entonces, cómo hicieron para preguntarle a una madre: ¿qué parentesco tiene con su hijo? Y luego repiten la maniobra con los hermanos. ¿Qué parentesco tiene el hermano mayor con el menor? El rapapolvo que se ganó el autor de estas prosas por parte de su familia todavía causa escozor porque la estupidez no tiene explicación redentora.

Es hora de cerrar las páginas con el dato de las consecuencias finales de la impericia. La abogada defensora informó, con tono solemne, que los cónyuges debían ir al siquiatra como parte de un procedimiento de rutina. Tristeza atroz. Sólo le tocó ir al hombre que escribe. Más gastos para comprar un vil engaño.

La eficiente funcionaria obtuvo un fallo artero: “Se declara nulo el vínculo matrimonial”. Y el bagaje de Judas sentenció: “El varón necesita permiso de este tribunal para poder volver a casarse”. Motivo: Ninguno conocido. No escribieron el porqué de esa absurda y arbitraria decisión. El fallo se fue para segunda instancia. El tiempo y los costos siguieron cuesta arriba.




El aplauso es de Pilatos, Caifás y Barrabás acompañados por el sanedrín en pleno porque ciertas conductas los delatan:

“…Los maestros de la ley y los fariseos enseñan con la autoridad que viene de Moisés. Por lo tanto obedézcanlos ustedes y hagan todos los que les digan; pero no sigan su ejemplo, porque ellos dicen una cosa y hacen otra. Atan cargas tan pesadas que es imposible soportarlas, y las echan sobre los hombros de los demás, mientras ellos mismos no quieren tocarlas ni siquiera con un dedo…”. (Mateo 23,1).

“! Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos hipócritas! Que cierran la puerta del reino de los cielos para que otros no entren…”. (Mateo 23,13).

La realidad nacional muestra el porqué abundan las sectas. Las gentes colombianas no inclinan su honor para que sea manchado con humillaciones y felonías.

El rosario de púas es largo, pero es absolutamente necesario finalizar porque la rabia se hace tinta. El resto de la historia fue soportar el madero, el de la sexta llaga.

El pecado de la inocencia consistió en pensar que el padre del hijo pródigo lo recibiría con los brazos abiertos. Lo esperaba con una caja registradora y un puñal.

En segunda instancia, le informé al juez que escribiría sobre los hechos en beneficio de los caídos en acción afectiva, pero a mi manera: sin argucias, sofismas ni falacias porque el Evangelio y mi palabra no son negociables.

En conclusión, el divorcio debe ser erradicado de toda sociedad humana, pero especialmente de las familias católicas. El primer paso es cambiar la ley por el sentido común porque la ley siempre crucificará a la verdad.




lunes, 21 de julio de 2008

Solución académica


Los bochinches chusmeros de la universidad pública tienen remedio. La solución surgió de la sofocante humareda del motín urbano.

El 17 de junio de 2008 terroristas encapuchados lanzaban papas explosivas contra una varada tanqueta de la Policía. La trifulca se desarrollaba con la monotonía de los picapedreros. La calle 26, al occidente de la carrera 36, servía de escenario a la inútil pedrea. El Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) repelía a los anarquistas drogados que vociferaban arengas de revendedoras culecas.

El espectáculo de la decadencia fue interrumpido en su secuencia atroz por el pasar sereno de un transeúnte. El personaje tenía un compromiso en un edificio que mira hacia el potrero universitario donde pastan cuadrúpedos y otros estudiantes. La maniobra la contemplaron dos veteranos de Vietnam. Los viejos soldados salieron al encuentro del despreocupado andariego para alejarlo del lacrimoso lugar.

El rescatado consideró prudente invitarlos a un sitio seguro para conversar. La charla, amena y franca, evolucionó hacia un punto feliz donde un ex boina verde plateó una opción muy aplomada.

El ranger habló sobre francotiradores y sus fusiles de precisión. El paladín recitó con propiedad una cátedra de cinegética en la urbe: “El calibre más adecuado para este tipo de misión es el 7,62x51 (308 Winchester). El rendimiento es óptimo y su precisión acreditada a 300 m. es ideal para volar cabezas inútiles”, recalcó el héroe con salomónica virtud.

La solución académica quedó expuesta.

La nitidez conceptual de su conciencia superior le aplaudía la maravillosa idea. Sólo le atosigaban las consecuencias del pedagógico escándalo.

En ese punto entró la razón de la Historia para santificarle el deber ciudadano. “El video de la Efervescencia y la Cerveza se usa para casos de control político extremo”, señaló el salvado de la lapidación. Se miraron aterrados y dijeron: “Tenga usted la gentileza de ilustrarnos”. Si sus tiradores hacen que la masacre de Tiananmen parezca un parque de diversiones deben aplicar el Libreto UP. ¿Libreto qué? El que le escribieron a la Unión Patriótica.

El interpelado les recordó el guión de la tragicomedia nacional usada por los titiriteros. Los ventrílocuos dirán con voz enérgica y compungida lo siguiente: Primer acto.

El presidente de la República: “Repudiamos el hecho que atenta contra la legitimidad de las instituciones democráticas”.

El Ministro de Defensa: La tenebrosa acción es obra de fuerzas oscuras que intenta desestabilizar el sistema de Gobierno. Condenamos enérgicamente lo sucedido”.

El Ministro del Interior: “Es una acción lamentable que no volverá a ocurrir. A los culpables les caerá todo el peso de la ley”.

La Fiscalía General: “Haremos una investigación exhaustiva que llevaremos hasta sus últimas consecuencias. Ya compulsamos copias al CTI”.

El Director Nacional de la Policía: “Tenemos los retratos de hablados de los encapuchados. El comando general ofrece cien millones de pesos de recompensa para quien dé información sobre los responsables de la hecatombe”.


El reportero lambón: “Sí, en este momento el general entrega información de última hora”. Mete el micrófono entre un montón de grabadoras y se escucha: “Se ofrecen diez millones de pesos de recompensa para quien dé información sobre una volqueta que se robaron del Ministerio de Obras Públicas”.

Segundo acto. Marcha callejera.

Los grupúsculos de andróginos, con indumentaria gringa, cargan ataúdes de utilería. Los saltimbanquis Nueva Era, los maromeros de Fontibón y los teatreros de la Candelaria los escoltan con pancartas y pitos. La turba sudorosa brama guturalmente la consigna del fracaso: “El pueblo, unido, jamás será vencido. El pueblo, unido, jamás será vencido”. El sonsonete afónico se lo traga el ruido del tráfico. El piquete de Policía los escolta para moler a palos el libre derecho a la protesta.

Tercer acto. Los badulaques ponzoñosos escriben grafitos con perversa ortografía, pegan los mocos en las vitrinas de los bancos y raspan las columnas del Capitolio para obtener arena que mezclan con el bazuco. El tumulto, horrendo y amorfo, se trasladan al Cementerio del Sur.

El noticiero vespertino muestra a una señora regordeta aferrada al ataúd. La víctima emite quejidos prehistóricos. El pavoroso aullido aumenta ante la cámara de TV. Detrás del periodista se escucha el corito de los intrépidos: “El Estado los mató, el Estado los mató”.

Cuarto acto. La ONG (Organización Nuevo Gemido) y los marxistas de cabestro realizan una jornada cívica por la vida. El gentío coloca centenares de velas encendidas en la Plaza Mayor, pintan palomas verdes y embadurnan sus manos con pinturas cromáticas. Las baldosas quedan untadas de repulsivas manchas abstractas.

Los líderes de la protesta ponen cara de celestina en reflexión platónica. Cuando atisban la televisora cambian de careta y dicen: “No más muertos. Queremos la verdad. De aquí no nos moveremos hasta que el Gobierno nos entregue a los culpables”.

La respuesta es climática. Cae un torrencial aguacero con granizo y encima les llueve bolillo. Una hora después, los zuros vuelven a defecar sobre los carteles dejados en el piso. Fin de la mascarada.

Quinto acto. El primer aniversario de la matanza en el establo universitario es recordado en la Plaza de Bolívar. Pañuelos blancos, arengas del partido de izquierda, canciones de Silvio Rodríguez y marcha sindical por el derecho salarial al olvido.

El periódico liberal publica en primera plana la foto de una niña acurrucada que intenta encender un cebo sobre el dibujo de un ave. El pie de foto reza: “El país construye la paz con esperanza”. El original reportero gráfico es galardonado con el Premio Nacional de Fotografía.

Sexto acto. Habla el pontífice de la pelota cuadrada: “…La Selección Fracaso de Fútbol fue goleada de local. Para clasificar al repechaje se necesita que el onceno nacional le meta cinco a Paraguay, que juega de local. Que Argentina y Uruguay no empaten. Argentina no le puede ganar por más de un gol a Uruguay. Además, Brasil debe perder nueve cero con Bolivia…”.

En el calor de la transmisión, el ego del micrófono vocifera: “…El que pierde la fe, lo pierde lo todo. Qué partidos nos tocan…” Carraspea con un gargajo atorado… y gol de Paraguay.

Séptimo acto. El libreto queda listo para el próximo levantamiento estudiantil en favor de la amnesia. El acto se cancela por falta de las memorias escritas. Nadie arroja la primera piedra porque ninguno está libre de pecado.