El
resguardo de “Juanhampa” estuvo de dominical ventolera alborotada. A los
caciques de la contumelia les dio por retozar con la más vagabunda de las meretrices,
la democracia.
Farsolandia
redactó el libreto de la comedia con la ortografía del delito. La pantomima de
las urnas consistió en que los electores rayaron las opciones que los amos del
desastre les mostraron. El atraso y la desgracia quedaron untados de “Coca
Nostra”.
El
sapo que no indigestó a esta página doliente fue el efecto camaleón de los
partidos políticos. Los entes de la debacle se mezclaron entre una panza
mugrienta e hinchada por sus parásitos intestinales.
Al
venenoso batracio se le olvidó el disfraz para disimular la inmensa deformidad
de sus ambiciones. La alianza entre los reptiles refrendó que el ardite era una
amalgama de colores. Le dejaron el ojo colombino a la patria de los desfalcos.
Ni
siquiera simularon el proyecto de un plagio ideológico. No se tomaron la
molestia de robarse alguna idea trastornada por la locura del ideal electorero.
El círculo de los desengaños manifiestos navegó en la nada. Solo se negoció el
conjunto de banderas para vestir la marioneta que administrará los presupuestos
de las sequías con pueblo. Es decir todos ponen, todos maman de la inagotable
ubre del erario.
Por
eso, este redactor votó a conciencia por la trácala infame. Sufragó para
mantener la rutina de la maña que se nutrió de ejemplos tan edificantes como el
de Yopal. La ciudad eligió a un
burgomaestre que está preso. Eso es un paradigma maravilloso de la evolución de los
escombros.
Sí,
Farsolandia votó por la perpetuidad del fraude… Y se le aplaude de pie porque
hizo algo honesto, se quitó su máscara de leprosa.