El Antanas, mezcla rara
de payaso y guaricha de feria, piensa y habla con el culo.
La despreciable criatura,
injerto defectuoso del comunistoide amamertado, le puso sus posaderas al fotógrafo
de turno. La conducta esquizofrénica, propia de una cabaretera ebria, indicó un
retorno al primitivo encanto de la negación neuronal. El saltimbanqui de lupanar,
cuyo extinguido sistema de pensamiento solo procesa el primer acto prosaico de
las cucarachas, la cagarruta, volvió a su estercolero político.
La radiografía moral de
su vacío es clara. Solo muestra un sieso sucio.
Pobre pisco, como dirían
los cachifos de antaño, porque sus pálidas y decrepitas nalgas merecen un castigo
digno del furor persa de don Jerjes, el que mando a azotar el Helesponto.
Aquí solo habrá memes, asco
y un registro mundial de burlas contra el orate suelto en el Congreso de Farsolandia,
la del culo pelado.
Lo grave del grotesco
asunto de las asentaderas es que se convertirá en un ano de recto orificio
legislativo. La zona oscura del parlamentario indicará la ruta de su democracia.
La grosería de su
asquerosa gesta anal seguramente encontrará un fabricante de papel higiénico
que patrocine sus discursos de esfínter atrofiado.
Quiera Vulcano mandar
fuego sobre el trasero del mequetrefe cuyo mayor signo de comunicación es una cloaca
pútrida como su andante estupidez…
En su defecto se
suplica que alguna autoridad competente lo abofetee con furia escuelera, es decir
que le zampen una nalgada para que le duela la cabeza.
Triste y criminal episodio
el del ful-ano.