¿Por qué cambiaron el avemaría?
La salutación
angélica es una plegaria en peligro de extinción. La oración, creada por Dios,
para salvar a la humanidad del crimen de Eva sufre de una constante
modificación que altera su valor evangélico.
El avemaría, en
ciertos grupos de alabanza, caseros y parroquiales, se repite bajo la monotonía
autócrata de una novedad incierta. Infortunadamente, algunos presbíteros
apoyaron el palabreo al buscar un acercamiento posmodernista con sus
comunidades. El modelo es caóticamente peligroso. El simulacro de “avemaría” se
repite así:
“Hola,
felicitaciones.
Alégrate,
favorecida de Dios.
El Señor está
contigo.
Bendita tú eres
entre las mujeres
y bendito el fruto
de tu
vientre, Jesús.
Santa María, Madre
de Dios, y
mamá nuestra,
ruega por nosotros, los
pecadores, ahora y
en la hora de
nuestra muerte.
Amén.
Esas frases
fracturadas cumplen con el significado de la palabra herejía: “Error en materia
de fe, sostenido con pertinacia”.
Entonces, para
intentar comprender el significado del avemaría es necesario aceptar que es una
cátedra trinitaria de humildad dictada por el Altísimo. Ella es como su
creador, trino y uno, tres momentos distintos y una sola plegaria verdadera.
1. “Dios te salve,
María, llena eres de gracia
el Señor es
contigo,…”
La salutación de
ángel Gabriel trae el amor de Dios a María. La expresión “llena eres de gracia”
(kecharitomene)
es la condición sine qua non de la Pre
redimida, es la primera revelación del dogma de la Inmaculada Concepción.
La razón íntima de
ese acto radica en el presente indicativo del verbo ser que rompe su
transitoria estructura gramatical y revela una semántica misteriosa, profunda y
redentora “…El Señor es contigo…” (Lucas,
1-29). La Virgen María es consustancial al Verbo. El Hijo de Dios fue hecho a imagen
y semejanza de María. La sangre y la carne de Jesús, sustancia eucarística, son
de María: “…Y concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quién pondrás por
nombre Jesús…” (Lucas, 1-31). Y el alma
de María es Jesús. “…Y una espada atravesará tu alma…” (Lucas, 2-35).
2. “Bendita Tú
eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”.
La segunda parte
del mensaje celestial lo enuncia Isabel, que “…Llena del Espíritu Santo…” (Lucas, 1-41), y para magnificarla exclamó: “…
¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!...” (Lucas,
1-42).
La misión de la
dupla, ángel e Isabel, fue una sola: anunciar y ratificar que Dios se engendró
en el seno de María. El Misericordioso reclamó una promesa escrita en el Antiguo
Testamento: “…La Virgen está en encinta y va a tener un hijo al que pondrá por
nombre Emmanuel…” (Isaías 7: 10-14).
Y la profecía se cumplió. La Virgen María es
la Nueva Arca de la Alianza. Ella es “…La morada de Dios entre los hombres…” (Apocalipsis, 21-3).
Así, el
Omnipotente se rebajó para esperar una sílaba de amor y la Bienaventurada
Virgen María respondió con el génesis del Evangelio: “…Hágase en mí según tu
palabra…” (Lucas, 1-38). El Eterno se
injertó en el tiempo. El Verbo se hizo carne, enamorado y seducido, por la
humilde palabra de María: “Fiat”.
3. “Santa María,
Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra
muerte. Amén”.
La parte final es
una oración de súplica construida por la Iglesia. El 17 de diciembre de 1569, el papa Pío V
entregó la siguiente definición: “El Rosario o Salterio de Santísima Virgen es
un modo piadosísimo de oración, al alcance de todos, que consiste en ir
repitiendo el saludo que el ángel le dio a María; interponiendo entre cada diez
avemarías un padrenuestro, y tratando de ir meditando mientras tanto en la vida
de Nuestro Señor”. El pontífice determinó, con la bula Consueverunt Romani Pontifices, la mayor reforma del Rosario que
fue la de añadir al avemaría la tercera parte de la intercesión: “Santa María,
Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra
muerte”.
Y si aún hay dudas
sobre la sintaxis correcta para meditar el santo rosario sería bueno hojear la
obra magna de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén, Ave María en
404 lenguas. Milano, 1931.
Son 404 idiomas
que recitan el avemaría como Dios manda, sin añadiduras ni esnobismos.
1 comentario:
mUY INTERESANTE Y SÍ AQUI LES DIO POR INNOVAR SIN TENER RAZÓN
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