El
cartel de la corrupción, vigente desde 1810, se amangualó con los terroristas
de la Farc en un
lupanar del Caribe para destazar a la patria asesinada. El negocio de los
forajidos radica en vender el surco de dolores para regarlo con sangre de
jornaleros.
Y
aquí, en el altiplano, a los amos de mitra, levita y mentirita les dio por cambiarse
los botines. El intercambio simbólico de la pecueca huele a la mojiganga de
1781, cuando los señoritos de Santafé se colocaron los alpargates del Socorro
comunero mientras traicionaban las capitulaciones.
¿Sabe
usted cuántos acuerdos de Paz se han firmado desde 1812, cuando a la raza de víboras
de cierto triunvirato sabanero le dio por llamarse “Altezas Serenísimas” al
mejor estilo de los Santos de la
Habana ?
La
respuesta hiede a mentira…
Alma
bendita de don Pablo Morillo, el Pacificador por antonomasia. El Conde de Cartagena
sí supo como edificar los altares de la nacionalidad…
3 comentarios:
Que claridad meridiana mi ilustre julcas!
Te acompaño: La experticia de siete leguas en la pantomima, les permitirá hacer creer en una firma hecha con tinta de mierda, burla y sofisma. Y alegres brincarán los saltimbanquis del perifoneo mediático para celebrarles el nuevo timo a la historia.
Mil gracias por tu blog de Farsolandia. Al menos te desahogas un poco de toda esta nausea que produce el exceso de mentiras.
Tus profundos comentarios acerca de nuestra suerte hacen reír estrepitosamente a los monumentos de nuestros traidores y a esta tu lectora que disfruta tus palabras como constante admiradora, aprendiz y sobreviviente.¡Caray!
Atentamente,
Doña Anita
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