lunes, 7 de julio de 2008

Silencio en la manigua

Analistas criollos opinan sobre las variantes de la exitosa Operación Jaque que liberó a once héroes de la Patria, tres estadounidenses y a una sofista bilingüe.

La primera teoría es la del cowboy.

John McCain llamó desde Cartagena de Indias al filibustero mayor y sin saludar le soltó un regaño de marine redomado.

-Okay, pedazo de excremento comunista. En este momento satélites espías pueden leerle la marca de sus asquerosos calzoncillos. Mire hacia arriba, bastardo. Lo que ve no son chulos. Son bombarderos B-52 diseñados para borrar del mapa la Orinoquia y cada partícula de su genética montaraz por los próximos 200 años.

El barbudo prostático, al que llaman ideólogo, intentó balbucear, pero un rayo láser le hacia cosquillas en las amígdalas.

El alma muda de la sabandija acorralada se arrodilló ante la voz imperativa del patrón. La tecnología lo obnubiló de tal forma que apenas si gangoseó la orden correspondiente para acatar el pedido. McCain continuó su discurso de veterano U.S.A.

-Si desea seguir respirando su pestilente almizcle de vientcong quiero a mis muchachos en 48 horas en los Estados Unidos. De lo contrario prepárese para maldecir a Satanás con su pecueca de bota pantanera.

El resto del libreto lo confesó el presidente Uribe y su comando de tramoyistas. El Ejército Nacional hizo que el rescate de Mussolini del Gran Sasso, por parte de Skorzeny y sus tropas, pareciera un trabajo de aficionados. (12 de septiembre de 1943).

La otra teoría es totalmente trágica y un poco más domestica. La razón la comparten muchos terapeutas de relaciones maritales.

Los guerrilleros más curtidos por la retahíla cocalera-socialista decidieron desertar. El motivo lo dio Clarita cuando se amancebó con el “compañero mártir”. El pobre enloqueció con la cantaleta de la cuentera. Ella pensaba que aplicando conceptos feministas de machorra solterona podía domesticar al truhán.

Los centinelas de las secuestradas comenzaron su largo y penoso camino hacia la abjuración. Era preferible morir fusilado por traidor al crimen que escuchar el parloteo de las señoras.

Las separaron, en un intento de supervivencia auditiva, pero la contaminación fue letal. La insoportable locuacidad de las porfiadas féminas mató a Tirofijo.

La habladuría cizañera rompió la caduca dictadura atea. Las parlanchinas les intoxicaron el oído a las mozas de los celadores del campo de concentración. Las Farc comenzaron a resquebrajarse con la tediosa llegada de Clarita, la bilingüe y otras varonas entrenadas por la demagogia electoral para murmurar del prójimo. Ellas se hicieron secuestrar para vengar viejas obsesiones antimasculinas. La carapálida, el icono quejumbroso, alegaba en dos idiomas simultáneamente y les produjo otitis selvática. El operativo de rescate estuvo a punto de fracasar por causa de la verborrea galo-guaviarense.

Las Farc sintieron alivio mental con la derrota que los dejó cual reverendo ciezo. Los subversivos prometieron limpiar el Vichada de minas antipersonas en acción de gracias por los favores recibidos. También admitieron que prefieren el ruido de los Súper Tucano antes que volverlas a oír. Silencio en la manigua.