martes, 30 de agosto de 2016

Auxilio, socorro, ya viene la paz…


El camarada guerrillero está de plácemes. Él presidirá, con sus efebos, el desfile lúgubre de su intimidad con el Estado. En el Capitolio lo aguarda la comunidad del anillo con sus bayonetas caladas para  que repartan cu…rul.

El carnaval de los sodomitas izará la bandera de la desgracia en el reino de los corruptos. La paupérrima patria alcahueta estará agonizante. Las vísceras del mortecino quedarán abiertas para que los augures del pillaje vaticinen el fraude electoral de un plebiscito, el insulto miserable del escándalo. Sí, ya viene la miseria arrendada por Juan, el enmascarado, a las farc. La ramera llega colmada de infamias lista para asesinar las cóleras de sus infelices víctimas cuyos ignotos cadalsos se pudren en la manigua.

La matanza se asustó y se desertó porque esta paz trae disparos a muerte. La servidumbre de sus lagartos logró con sus lenguas bífidas redactar un contrato de intrigas contra la espalda de un cotero inclinado llamado Cocalombia. La paz apuñaló a la verdad. La esperanza moral quedó bajo una nacionalidad sin tumba.

La hedentina de la isla cubana solo traerá un juicio de linchamiento al país, de las modas ebrias y sin tregua. Él lo aplaudirá mientras le cambian las cadenas por grilletes. Eso hacía en 1816 cuando el gran Pacificador, don Pablo Morillo, fusilaba tinterillos con vocación pedagógica. Lástima que se le escapó el Santander y la peste legalista cundió.

La señora de las tres letras, el ídolo de los sofistas, cual suripanta corsaria deshonrará el lenguaje de la mentira con sus discursos de espectáculo oscuro. La paz, atornillada a la más abyecta fatalidad de los sepultureros, verá la entrada triunfal de los chacales al  horripilante foso del Congreso. Entonces volverá la guerra en paz como le gusta a los terroristas, que huirán con las piernas entre el rabo.