miércoles, 15 de abril de 2015

La coz de “Marradona”



Diego Armando Maradona no le pertenece al fútbol; es propiedad privada de la canalla.

Lamentablemente, la mentalidad zurda del siniestro alcalde Petro lo importó como el gran asno criollo para el partido de la paz. El desastre de la medida produjo un escándalo de onagro.

Ese animal que rebuzna y corcovea dejó su legado para el dominio de la imbecilidad. El sujeto, condicionado por su ego de advenedizo, protagonizó una reyerta que ameritó una jaula.

Él aún habita entre el límite de la historia de las bestias y la frontera de la barbarie. Hijo de la oscuridad, rebelde por hambre, mintió en su conspiración con un balón al vender su fraude a la avaricia cruel. Fomentador de la bajeza, su origen lo exige.

Él llegó para dejar el rastro húmedo de la boñiga sobre el deterioro de la costumbre. Sosegado por el delirio del alucinógeno fue elevado por la muchedumbre al pedestal del olvido. El lucro de su arrogancia, de atleta bárbaro en decadencia, pasó por la Bogotá cubana para mendigar unos aplausos: acto de limosnero. Farandulero de antaño, vive de la exhibición circense. Mole inútil. Su penumbra repugna.

El astro de la infamia se levantó en dos patas para corcovear a un niño, a la prensa capitalina y a la barriada con su coz de Marradona…


Por favor, señor alcalde, la PAZ no necesita un burro. Las mulas del Gobierno, cargadas de prebendas para las Farc, son suficientes para mantener la guerra en paz.