martes, 20 de noviembre de 2012

La Cruz de san Andrés





Felicitaciones, Farsolandia. Otra vez te emascularon.


El archipiélago de San Andrés no tiene “ni cara ni agua”. Es decir Nicaragua. No tiene cara para la vergüenza ni agua donde pescar algo de dignidad.


El charco robado duele no por la inmensa pérdida territorial tan tradicional en estos meses de noviembre (Panamá, Los monjes y el mar Caribe) sino por los apaches involucrados en el asalto. El primer filibustero es un terrorista fichado como Daniel Ortega y los segundos son los proxenetas de la llamada zona roja the lights, en la corruptible Holanda, país bajo.

Sólo en una sucursal del aquel gran burdel ubicado en la Haya, repleto de efluvios nauseabundos a cocaína se podría diseñar una canallada corrompida por el soborno ineluctable de la herencia de lo vil. La decadencia moral elevó su grito de victoria sobre el escándalo de los vicios, el atraco en gavilla de malhechores.

Los bandoleros no estuvieron solos. La clase dirigente de la Colombia castrada, con su inmensa capacidad para reptar ante la imagen voluptuosa de la ramera extranjera, se arrodilló para implorar la degollina de manos de sus verdugos foráneos.


Sin embargo, lo que duele con salvaje rabia bogotana es el contubernio entre los descendientes de los piratas holandeses y el ladrón comunista.

Ignominia inmutable, Inconsolable tortura de insuperable tragedia.

Esa vaina no se le puede perdonar a Farsolandia porque en un par de semanas estará ebria de vinos navideños, juergas de chance y bacanales tipo Melgar. Se saciará de juramentos y alucinaciones lánguidas e implacables. Trasnocho de cantina, guayabo de zorrero, cerveza de contrabando y fútbol de potrero.

Ahí acabó la soberanía y toda la retórica ventijuliera en dominguera manifestación de Plaza de Bolívar.

El hecho turbador e inexorable es la derrota. Apellido que Farsolandia lleva con el orgullo de la protectora cómplice del fracaso habitado por los crepúsculos de la amnesia.

El drama desgarrado mata a la esperanza. El Ejército Nacional mirará, atado por las leguleyadas de la democracia, caer la bandera tricolor enlutada por la imbecilidad de los bueyes…


Tierra amada, dime: ¿por qué no escucho el clarín enardecido en toque de combate? ¿Será porque ya suena la octava estrofa del himno nacional?

“…La Virgen sus cabellos arranca en agonía

y de su amor viuda los cuelga del ciprés.

Lamenta su esperanza que cubre losa fría…”