miércoles, 19 de mayo de 2021

Colombia, a la diestra de Dios Padre

                                                                    La meada del eunuco o del camarada. Foto J.R.C.R. 



Por Julio Ricardo Castaño Rueda


El comunismo es la primera desgracia del crimen moral. Este virus de la mediocridad no tiene espacio en las potencias del alma. La lucidez de la verdad lo condenó a un concepto simple: es el vicio inmundo de los vándalos. Es una forma absurda, lisiada e inútil, para progresar en un modelo de civilización superior.

La estructura violenta de esa conducta equivocada, por defecto degenerativo de su parto bestial, solo sirve para implementar el mal dentro de una adversidad sin tregua.

La Historia, desde los jacobinos del siglo XVIII hasta los mamertos del XXI, guarda en sus archivos de memoria incontables ejemplos del pernicioso método de matar la vida por temor a la existencia vital. El sistema político que patrocina la inoculación de esa peste se convierte en un Archipiélago Gulag (URSS), una isla prisión (Cuba) o un lote de esclavos productores de indigencia (China). A ellos se suman, por decadente imitación, los regímenes capacitados para asesinar a sus hambrientos lacayos idiotizados por el embrujo ideológico de un homúnculo sostenido por el servilismo de los fusiles. Ejemplos de esas covachas degradantes, donde la esclavitud es la meta de cualquier famélico sujeto, se pueden apreciar en Corea del Norte y Vietnam entre otros sitios de ingrato nombramiento.

Al caos, costumbre brutal, se unieron, engañadas por el embeleco de la lucha de clases, trampa caza bobos, las prósperas ex repúblicas de Venezuela y Nicaragua donde sus capataces, ahítos de revolución, involucionaron a la edad de la miseria en una década.

En síntesis, Colombia, la Patria Boba, la nieta de la pobre viejecita, aspira a prostituir a sus hijas para comprar sobras de comida y así sustentar sus calamidades al mejor estilo bolivariano de Venezuela.