sábado, 14 de junio de 2014

La ebriedad en el zoológico



La gusanera de la res-pública esta ahíta de ejercer su derecho  voraz a la coprofagía.

La conciencia entelerida del impulso pavloviano mueve a Farsolandia. Ella, casquivana de coqueteos mortuorios, levanta el estandarte de su horizonte agónico. El jumento enjalmado goza del látigo de la idolatría extraviada: Fútbol y elecciones. Juerga lúgubre.

La dupla de la bacanal estalla. La persigue el furor de los gentíos. El vocerío cavernícola de la horda impone su insulto a la civilización. La calumnia y el doctor Soborno copulan en una orgia de filibusteros.

Tiembla la turba saciada. La mueve el lúpulo fermentado en los trapiches de la desdicha. Bufido espantoso. Efervescencia de la utopía desfigurada.

El sentimentalismo chauvinista se desboca. Se impone la fiera en la lejana adulación de la manigua. El furor sudoroso del simio desencadenado escapa. La electrizante multitud de los tarmanganis edifica su cadalso. Marcha feroz del vicio conspirador.

La ignominia de los pigmeos alebrestados se agiganta ante la marea del embuste. Los inunda un charco de estiércol electoral.

La inmensa intoxicación del delirio, en vértigo perverso, los arrea. El placer libertino del engaño alumbra los estertores de la chusma. Alucinación de la estulticia, juego de hetairas.

El catafalco está listo. La patria, nula y lisiada, bajará tranquila al sepulcro donde el corruptor insolente la usará como la letrina de la democracia.


jueves, 12 de junio de 2014

El festín de los espectros



Las heces del zorro se escriben con u porque en la ortografía del crimen los falsos positivos se firma con una equis.

La atávica desgracia entró en su recta final. El zorrillo fétido se escapó de una feria de tinieblas obscenas. Miente porque no huyó, se eclipsó. Se camufló de bandolero inofensivo. Fue contagiado por la diatriba ponzoñosa de su deforme patrón.

Mientras el saltimbanqui abyecto lucha feroz por los potreros de Farsolandia, el ubérrimo senador está cavilando como ampliar el surco de dolores que dejó la nefasta noche de su dictadura fanfarrona.  El mandamás de la tragedia ruge venganzas contra su crío, el usurpador de los Santos.

La dupla de la autocracia sombría acecha. Tiemblan indignados ante el rencor fatigado de sus palideces cadavéricas. Dúo  aberrante de los trazos hiperbólicos. Simples concubinas del sicario.

Los une la fuerza fulgurante de la condenación. Sus naturalezas solo pueden fraguar patíbulos de repugnante crueldad. Son el prodigio de la traición… Verdugos fanáticos.

Hieden a mentira. La maldición de sus vísceras vuela bajo el siniestro aleteo del hombre-buitre. Los aguarda la inmensidad de lo horrible, el destierro de la historia.

Ellos transcriben la biografía del desastre. No tienen alternativa. Son dos monstruos en convulsión de sangre. Perversos vagabundos de las comarcas del terror.

Juntos alquilaron, para la patria agonizante, una fosa que feriaron entre bárbaros alucinados. El basilisco bicéfalo quiere negociar el sepulcro de la paz para comprarle una caverna a su cánido carnicero, el cómplice de sus conspiraciones.





lunes, 9 de junio de 2014

El sepulturero de la guerra



El mayordomo de Farsolandia grita enardecido paz sobre las tumbas de un país corrompido. Su saliva ponzoñosa aglomera al tumulto en su escenario de sombras, deformidad grotesca de la demagogia. Él suplica ejecutar la condena horrible del tirano comunista. Pide ser alimentado con las sobras de los carroñeros. Oscura debilidad del orate extorsionado por el molde del populismo.

Las urnas, refugio desesperado del vicio electorero, son el ataúd de la conciencia. Lugar donde el sofista legaliza el engaño. Victoria del fraude.

Los corifeos de su campaña reptan. Sus gargantas insolentes vitorean la monarquía de la miseria. Sus hediondas túnicas de lacayos se inclinan ante la catástrofe del homúnculo cubano.

La fiebre amarilla, ideología pútrida, arrastra con el fanatismo de su ignorancia a las bestias de cabestro. Inflexibles y fatídicos vitorean delirantes a los signos más viles del averno, la hoz y el martillo.

Paz es el nombre del soborno con sabor a mermelada. Las nupcias del rapaz contra el erario se preparan para el saqueo en la revuelta de los chacales. La euforia de su mal inocula el germen de la paz que se negoció en un burdel del Caribe bajo la alevosía de un campamento de forajidos.

La debilidad moral irá a depositar su voto en la cloaca de la cleptocracia para premiar la dictadura de la mediocridad. Yugo encallado en el lomo del pueblo servil.

Él, el déspota histórico, entonará el himno de las cortesanas ante el trono irreductible de la Patria adúltera. La corrupción no capituló. La complicidad encadenada a la fraternidad del crimen triunfó sobre la verdad asesinada por una dupla infame de sicarios, las urnas de la paz.