lunes, 14 de julio de 2008

El desbarajuste

El ministro de Protección Social, Diego Palacio, logró demostrar que la sandez estólida desemboca en su despacho con pródiga fertilidad. Allí el hediondo olor a fraude florece bajo la sombra sempiterna del trastorno moral.

El extremo, el fin, el punto excesivo en su límite exagerado rompió los registros del extravío. Las bestias antidiluvianas lo miran aterradas.

Los sofistas y los perjuros lo niegan en sus cofradías.

El sujeto creó una escandalosa estratagema para superar el febricitante enredo de la Yidis-política. El malabarista de la majadería se anotó un nuevo accidente mental en su estrafalario ridículo.

Él ama la inservible vaciedad que lo estrangula.

Él y los estandartes de la ineficiencia gestaron el premio único al retraso tecnológico: la Planilla Integrada de Liquidación de Aportes (Pila). La sigla de la ociosidad significa: Por Iletrados Lisiados Asesorada (Pila).

Farsolandia calificó de alucinado al funcionario estéril por su desmañada torpeza. El ministril hizo que Colombia realizará tres colas diarias durante una semana y obtuviera un resultado capaz de vencer a la ley del fracaso rotundo: “No sirve, no funciona, no hay fichas y no se sabe”.

Hacia rato que la tetralogía del resabio no producía una pieza de tan extraña inverecundia.



El conjunto de cuatro colas, tres tragedias y un drama satírico de autor ministerial se presentó a concurso en los festivales teatrales de Palacio.


Los equipos creativos obtuvieron el premio al madrazo popular. Los talentosos, el Dream Team de la invención fatal estuvo compuesto por tres tarmanganis aporreados por Tarzán, cinco trogloditas con retraso evolutivo agudo y dos homínidos beodos en fase de apareamiento. Ellos diseñaron, con torpe necedad, la mediocre hoja de pago. En cada reglón dejaron un espacio en blanco para llenar con boberías, bochornos, humillaciones, deshonras, oprobios, descaros y muchas vergüenzas.

El apelotardado y sus secuaces se graduaron en la escuela que idolatra la imbecilidad. Los burócratas, con su aptitud y capacidad empresarial para el desastre, tienen la ilegitimidad de insistir en su aberrante adefesio.

Señor trabajador independiente:

La próxima vez que escuche el Himno Nacional siéntese y tápese la cara mientras piensa en un suicidio heroico. Intentar sobrevivir en Farsolandia es el triunfo de la desesperanza sobre el exilio.

El cortesano y su caterva de inútiles siguen en el cargo porque deben cobrar, con parte de los salarios independientes, el impuesto a la pasión que los sustenta, la Misión Maturana: Perder y perder hasta ganar una amplia experiencia en derrotas.

Los capataces castigarán al pueblo genuflexo que acudió puntual a registrarse en la antesala de la confusión. Ya verán cuál será el premio a la obediencia servil.

Nadie debería pagarle un peso al reinado de la estupidez donde la fila busca a la Pila de mierda.