jueves, 6 de noviembre de 2008

Pifia etno-cromática

El triunfo electoral de Obama en Estados Unidos tenía todos los ingredientes de una tragedia personal. Mis prosas habían escrito los peores adjetivos para pronosticar la caída del Imperio americano en las manos de un negroide.

El arsenal de protestas estaba precedido por un virtuoso comunicado de emergencia que fue enviado por correo electrónico a los abonados. “Amigos: Busco al nieto de Lee Harvey Oswald para entrenarlo en tiro al negro”.

Las negritudes envalentonadas llenaron el buzón con respuestas rencorosas y vulgares pataleos de cimarrones bozales. Me disponía a batirme contra la canalla furibunda cuando llegó una voz de consuelo. El argumento, valioso y contundente, en contra de mi posición arruinó la diversión.

Adiós al restañar del látigo verbal. Un dilecto amigo e ilustre catedrático me devolvió el alma al cuerpo con una brillante tesis sobre la genética de Barack Obama. “Obama no es negro”. A esa postura conceptual me adhiero con la humildad de un naufrago rescatado del mar de la equivocación.

El contertulio redactó una sentencia maravillosa:
“…Apreciado amigo:
Por primera vez en nuestra larga amistad me veo obligado a disentir de tus apreciaciones. Precisamente hoy he sostenido agrias discusiones con algunos de mis colaboradores, -entre ellos un recalcitrante ‘izquierdoso’ de la Nacional- sobre el triunfo del mal llamado candidato afroamericano. Mi tesis es muy simple y se cae de su propio peso: Obama no es negro.


Litros de bilis segregué ayer cuando veía como los representantes de organizaciones defensoras de los negros y otras especies en vías de extinción, pontificaban a través de los medios argumentando que “por fin uno de los suyos” había demostrado que Estados Unidos no era un país blanco y protestante (¡ja!) ¿Cómo es posible que Piedad Córdoba y otros súcubos de la misma laya se sientan representados o, peor aún, reivindicados por un individuo que merced a las ligerezas de su madre, heredó genes de un inmigrante africano (keniano, ni siquiera de Liberia) que al poco tiempo de su alumbramiento desapareció como lo hacen muchos de los mamíferos de las praderas subsaharianas? No nos digamos mentiras, Obama es un mestizo, que nació como blanco, creció como blanco, estudio con los blancos y por las mismas razones llegó a donde llegó.
¿Negro?, negro Martin Luther King, negro Malcolm X, negro el reverendo Jesse Jackson, ¡esos sí son negros y de los peligrosos! Y por eso terminaron como terminaron. Me pregunto ¿cuántas veces ha visitado Obama a Harlem? o mejor ¿Obama conoce Harlem? Obama no es negro ni representa los intereses de ningún negro, afrodescendiente ni afroamericano de Estados Unidos ni del mundo, mucho menos de este infeliz e infecto villorrio.
Mi querido Julio, lamento no acompañarte en tu duelo personal, duelo que por demás entiendo, pero no comparto (mucho menos cuándo el Tío Sam le acaba de conceder a mi primogénito la visa por cinco años, cosa que me permitirá regresar a la gran nación en diciembre). Más bien te invito a disfrutar de cuatro años de un gobierno tan demócrata como el de Bill Clinton, Jimmy Carter o JFK, todos ellos tan blancos como el azúcar y tan americanos como el Lucky Strike.
Un abrazo.
Leonardo Páez Vanegas.
El maestro tiene la razón. Entre otras cosas porque el negro no es color. El negro es la ausencia de todo color. Así como el blanco es la superposición de todos los colores.


Cumplido el ejercicio de limpiar el neuma sólo resta levantar trincheras contra las hordas revanchitas de las negritudes y sus secuaces. Es necesario sentar un firme precedente. Obama, El Mestizo no representa a los costeños del litoral atlántico ni a las mingas caucanas de aborígenes terratenientes ni a los sórdidos intereses políticos de Piñacué y la senadora de sesera abollada.

Barack Obama es un subproducto de los masificados vicios yanquis, un desliz de la democracia angloamericana. Una atracción momentánea de la política internacional. En caso de que el híbrido se tuerza, el país de George Patton tiene razones muy estadounidenses para atender la descompostura. Los tejanos saben que un mandatario mezclado es pieza de reemplazo. La idea tiene un sustento histórico irrefutable.

El general William Henry Harrison asesinó al líder indígena Shawi Tecumseh. (Los hechos ocurrieron en 1813). El aborigen, antes de perecer, maldijo a los presidentes estadounidenses: “…Todos aquellos que sean elegidos en años terminados en cero morirán antes de terminar su período…”.

La imprecación fue conocida como el Factor Cero. William H. Harrison fue presidente en 1840 y murió el 4 de abril de 1841. Abraham Lincoln, elegido en 1860, murió asesinado el 14 de abril de 1865. James Abram Garfield, elegido en 1880, murió por causa de un atentado, el 19 de septiembre de 1881. William McKinley, elegido en 1900, murió por causa de un atentado, el 14 de septiembre de 1901. Franklin Delano Roosevelt, elegido en 1940, murió el 12 de abril de 1945. John F. Kennedy, elegido en 1960, fue asesinado el 22 de noviembre de 1963.

En síntesis, la gentuza afrodescendiente debe aceptar que el hawaiano desteñido es un gran devoto del Ku Klux Klan. El blanquecino electo no necesita un bochinche etno-polinesio que pueda llegar a desencadenar el Factor Obama.