domingo, 23 de noviembre de 2008

Las piras de Midas

El síndrome piramidal es la enfermedad social de Farsolandia. Tres millones de ciudadanos honestos, trabajadores, inteligentes, inmaculados y temerosos de Dios se convirtieron en socios de la delincuencia organizada. La colaboración les costó 200 millones de dólares en pérdidas, sin contar el aporte DMG. Lo fenomenal es que las víctimas defienden a sus verdugos del vil cepo.

Si la tramoya vernácula se mantiene habrá que reformar la teología moral, los Diez Mandamientos y el democrático epígrafe del Capitolio Nacional: “Vox populi – vox Dei”, la voz del pueblo es la voz de Dios.

¿Pero cuál es el mandato que hace temblar al decoroso y recatado pudor nacional?

Ninguno. Excepto que los asesores financieros de los narcotraficantes, en un gesto ladino de condescendencia navideña, decidieron socializar la mitad de sus ganancias, producto del lavado de activos, con una muchedumbre ambiciosa y ostentosa.

La colombianada asustó al sistema bancario, única entidad con licencia para la ratería sistemática y el cobro jurídico. Las cuentas de los paupérrimos ahorradores se cerraron para guardar el dinero en la “Pirámide de Tutankamón” que traducido al lenguaje del vandalismo criollo se pronuncia: “Tutanguevón”.

El becerro dorado puso de manifiesto el poder corruptor del excremento del diablo, el oro. Los organismos de control guardaron un silencio infame porque el cohecho los untó de complicidad.


El ternero cebado los corneó. Ahora sí hay inconvenientes porque los banqueros no podrán acumular las millonarias ganancias establecidas por decreto para el año en curso. La riqueza pasó de Suiza a Suesca en un santiamén. Entonces, los patrones del mayordomo telefonearon a la Casa de Nariño para delatar la fuga de capital.

El jefe del inquilinato de Nariño recibió la llamada del hampa bancaria. Al señor Uribe sólo se le ocurrió pedirles, vía consejo comunal, el favor a los timadores para que devolvieran de buena fe lo que se robaron de mala fe. ¿Será que José Obdulio le aumentó la cuota de coscorrones? (Resulta muy ilustrativo que don Antonio Nariño fuera el Precursor del autopréstamo con la Caja de Diezmos (1792). Viva el bicentenario del fraude.

Si Farsolandia fuera una casalote, digna de ser habitada por algún vicio deplorable, no estaría alcahueteando el pago de los bienes hurtados.

El delito sí paga y el Estado ladrón se abalanzó contra la “gran familia, Dinero Mal Ganado (DMG)” para quebrarla. La maniobra a mansalva evitó que la mafia judeo-aurífera entrara a engrosar las cifras de los desempleados. El país de la farsa no permitirá que las lavanderas de dólares pierdan su empleo porque quién enjuagará los fondos de las campañas presidenciales y senatoriales, al estilo Samper-Botero.

Farsolandia, el Imperio de la Fraudulencia, desfalcará a los gremios del atraco clandestino para saciar la caja menor de los bancos y enmudecer las conciencias. El botín será repartido por bultos entre los incorruptibles funcionarios que acallarán el escándalo de la ruina.

Pregunta: ¿Por qué no se aplican las reglas del juego bancario, pero a la inversa? Cuando la banca nacional se quiebra por un autopréstamo a cada colombiano le sacan la sangre para pagar el escamoteo.

Ahora, que el honradísimo constituyente primario le entregó sus millones a las comercializadores ilícitas, ¿por qué los bancos no asumen la deuda y la pagan? Mijito, porque los banqueros tienen el cuello blanco del yuntero y no el cogote sudoroso del buey.

La histórica malversación del erario así lo demuestra. Algunos datos sueltos, sobre el vicio de la corruptela, dejan ver una marcada vocación por el arte de marranear al “caribajito”.

1923. Pedro A. López quebró el banco del mismo nombre. El hueco fiscal lo taparon con los 25 millones de dólares que pagó el Tío Sam por el potrero de Panamá.

1974. La sociedad elitista se enteró de las andanzas de Carlos Alberto Sánchez Rojas, el Conejo Millonario. El cuniculus se dedicó a roerle los bolsillos a la gente que meaba güisqui.

1980. El Campeonato Interno de las Defraudaciones se inició voraz. Los economistas gomelos lo bautizaron con el eufemismo de: “Crisis financiera de los 80”. Farsolandia, bajo la tutela del arriero de Amagá, tuvo que poner a flote a 17 notabilísimas instituciones crediticias que se hundían en el mar de la piratería.

Los dueños de las entidades, con patente de corso, se habían dedicado al autopréstamo, la captación ilegítima de dineros y a la lúdica bursátil para asaltar a una parte del sector empresarial. Los truhanes desvalijaron a más de 82.000 personas por un valor superior a los 10.000 millones de pesos.
El alto mundo de la estafa, para sus fines delictivos, contó con un equipo de ensueño: El Banco Nacional, el águila del Banco de Colombia, el Grupo Grancolombiano, el Banco del Estado, la Corporación Financiera Santa Fe y algunas compañías inmobiliarias que gestaron, con sus falsificaciones, una crisis monetaria digna promotora de un suicidio colectivo.
1982. Hubo otra inusual emergencia económica y el industrial de la estafa, Jaime Michelsen Uribe, fue culpado de inocencia comprobada.
1982. El gobierno de Betancur expidió el decreto 2920 que reglamentaba la captación de recursos públicos y “condenaba” a quienes, sin permiso de la Superbancaria, saquearan con descaro.
1983. Roberto Soto Prieto se robó 13,5 millones de dólares de las cuentas del Chase Manhattan Bank de Londres. El monto, propiedad del Banco de la República, desapareció. El benemérito señor Soto instituyó el atraco bancario por télex. Maniobra que apoyó su cuñado Antonio Cebollero.
1986. El Banco de los Trabajadores fue oficializado por causa de los honestos manejos de su accionista mayor Gilberto Rodríguez Orejuela, el brillante naire (cuidador de elefantes).
1986. Quiebra y nacionalización del Banco de Colombia y Granahorrar o “Granahorcar”.
1987. La Caja Vocacional, entidad promotora de la pastoral de la pobreza, realizó un desfalco de 3.000 millones de pesos entre sus ahorradores. El acto se justificó con las vacaciones de monseñor Abraham Gaitán Mahecha en Alemania.
1998. Granahorrar, quebrada por segunda vez, pasó al Estado.
1999. El gobierno de Andrés Patraña creó, a través de la Ley 510, una comisión para desinformar sobre la extraña crisis del sector financiero estatal. El Banco del Estado, el Banco Andino, el Banco del Pacífico y el Banco Central Hipotecario, entre otras pirámides legalizadas, alardearon de su capacidad para la falsificación, el peculado, los sobregiros y los autopréstamos. El desangre económico lo cauterizaron con lo establecido en el Manual del ordeño para ubres con cuatro por mil.

La bancarrota terminó intervenida y reparada. Al Banco del Pacífico le consignaron el impuesto predial de los bogotanos y las alcancías se rompieron hasta desaparecer en Ecuador.
2007. Farsolandia, el feudo del artificio, se graduó con honores en la Universidad del Salteador. El Gobierno, la Superintendencia Bancaria, los economistas, los jueces, los fiscales, la Policía y hasta el último colombiano fueron oportunamente alertados por los medios masivos de información sobre las captadoras ilegales de dinero, las pirámides.

Durante más de un año, la voluptuosa complacencia de la gran ramera estatal apoyada por la chichería del Jockey Club dejó engordar a la marrana. Al porcino le llegó su Nochebuena y la riqueza de la mafia se feriará entre los bolsillos de la corrupta clase dirigente. El avispado pueblo raso, patrocinador del lavado de activos y la estafa, mirará un chispero.

2008. Noviembre. Farsolandia allanó a las antilegales empresas captadoras de dinero legal porque un patirrajado se convirtió en un magnate internacional, DMG. Y esa vaina está prohibida por los herederos de Antonio Nariño, el Precursor de los petardistas.

Conclusiones:

-La naturaleza, en un acto de sabiduría ecológica, intentó acabar con Farsolandia. Mandó dos temporadas invernales en un semestre, sismos, erupciones volcánicas, desbordamientos de ríos, epidemias y derrumbes, pero nada detuvo el reinado de la silicona en Cartagena. La parranda sin tragedia no es folclórica.

-En diciembre habrá francachela y apareamiento desalmado en las piscinas de Melgar. En enero se sufrirá de amnesia. En febrero se planeará el próximo salteamiento general porque El Dorado no ha muerto, vive para sobornar a los probos políticos colombianos.


-El pueblo esquilmado candidatizó a David Murcia Guzmán (DMG) para presidente de la finca, ministro de Hacienda y asesor para la integración comercial de Latinoamérica. Según los putumayenses, el timo les trajo paz y abundancia material.

-Las gentes del común son dichosas de sentir el acicate en el lomo lacerado. Un ejemplo, ratifica la tesis.

Una señora nerviosa entró al expendio de periódicos a las 7:30 de una lluviosa noche del domingo 16 de noviembre de 2008. No Quería hablar. No sabía cómo expresarlo. Miró hacia los lados.

- Vecino, lo que pasa es que mi hija, la que vive en Sogamoso, me trajo el periódico El Tiempo del sábado.
- Y qué pasa, vecina.
- Usted me lo podría cambiar por mil pesos de pan.
- Sí, señora. Se lo cambio.

Gracias sumercé. Todo es culpa de lo que pasó en Sogamoso (Boyacá). Allá la platica de los trabajadores y pensionados de Acerías Paz del Río se esfumó por cuenta de las tales pirámides.

En marzo de 2007, la empresa brasileña Votorantin se hizo al control de Acerías Paz del Río al adquirir el 52 por ciento de las acciones de la empresa por un valor de 490,7 millones de dólares.

Votorantin pagó 131,42 pesos por cada acción frente a la base fijada en 52 pesos. Los beneficiarios de la venta de la planta industrial, ubicada en Belencito (Boyacá), se jugaron los réditos en pirámides.

La del trueque soltó la carcajada y agregó: “Ese billete se perdió porque los dueños de las captadoras se volaron del país”. La señora dio la espalda y se marchó dichosa por haber podido cambiar un periódico de ayer por un pan.