lunes, 10 de agosto de 2009

Yankees, welcome home

“…El presidente de los Estados Unidos es nuestro tótem y las bases militares son templos sagrados en cuyos altares oficiaremos el ritual de bienvenida a los marines…”.

El soberano dogma fue promulgado por un miembro del Centro Cultural Rafael Videla. Mi carcajada sonora y vigorosa aplaudió el sarcástico apunte. El ilustre personaje será premiado con la observación de mi colección de gorras made in USA. El colega contemplará un ejemplar original The big red one usado por la heroica Primera División de Infantería U. S. ARMY EST 1775.

La veneración por el invasor, emanada de una elevada conciencia vernácula, generó una trifulca esquinera y beoda. Infortunadamente, las fuerzas del orden no llegaron para someter a garrote a la turba insolente. Tuve que usar un argumento patriótico para llamarlos a la cordura: “Eviten ese frondio exceso de chauvinismo sabatino porque en Turbaco (Bolívar) tuvieron la gentileza de celebrarle el cumpleaños a Barack Obama”. Afortunadamente, el agrio licor republicano los tenía en el punto donde el brindis de chichería los vuelve conservadores.

Aproveché ese estado etílico para orientar sus vituperios hacia el ideal supremo. Les demostré la diferencia radical que existe entre la sublime civilización anglosajona y la vulgar mediocridad de los gamonales lupanarios enquistados en Sudamérica. Los zurdos, alcoholizados por su atrofiada servidumbre al leninismo, soltaron sus consignas repetidas en el nefasto primero de mayo.

Mi apostólica paciencia les explicó el porqué se gestó la maravillosa incursión yankee. Sencillo: La operación militar extranjera celebrará el Bicentenario de la Independencia Nacional. Me costó horas enseñarles los motivos que tuvo el Tío Sam para enviar sus portaaviones a instaurar el orden moral en estos chircales del soborno.

La primera razón es que la CIA no está recibiendo los dólares que la exportación de cocaína le produce a las Farc.

El dinero sucio, necesario para financiar operaciones limpias contra los talibanes, se perdió entre las arcas corruptas de Hugo Chávez. El homúnculo castrista se dedicó a sobornar las venas abiertas de Correa, Morales y Ortega. Por esos ductos circula la viciada hemoglobina proletaria.

Aquellos indígenas, ataviados con trapos presidenciales, predican que la litolatría es un retorno victorioso a los rituales cavernarios precolombinos. Los bastardos del libertinaje libertario de Bolívar esclavizan a las hordas del bochinche con la demagogia espuria de la argucia. Los hematófagos latinos destazan los estómagos de sus pueblos con raciones de suero.

Los mayordomos, administradores corruptos de las fanegadas sembradas por la revolución del desempleo, pusieron el grito en el televisor. Las bataclanas de Venezuela, Ecuador y Bolivia aullaron porque el patrón llegará para pedirles cuentas. Las repúblicas cocaleras esquilmaron al Imperio americano…Y la Sargentona de Miraflores se puso histérica.

Ella necesita un remedio para sus olvidos de pollo porque es una gallina que está perdiendo la memoria. Ya no se acuerda que le pasó a los forajidos Manuel Antonio Noriega, Salvador Allende y Saddam Hussein, entre otros fanfarrones. La retórica levantisca de esos truhanes sirvió para aumentar el presupuesto militar de los Estados Unidos. El gasto de pólvora en gallinazos se invirtió en teñir de gloria las garras del águila calva.

El recordatorio, para el mulato venezolano, es un aviso premonitorio. Su guardia jenízara lo venderá y lo entregará para solaz de la soldadesca, al estilo romano.


Expuesto el punto de la discordia es necesario salir del párrafo de los traidores para ingresar en las líneas de los matachines. Lo cual incluye cruzar la talanquera de la platanera para llegar a las maniguas de Farsolandia.

Allí, la gente de bien, clama por una invasión del sentido común apoyada por un pizca de sinceridad. A Colombia sólo se le pide que sea verdad la mentira. Por favor, coherencia entre el fraude y el sofisma. La coloquial y atrofiada cuna de Pacho Santander celebra el bicentenario de la infamia (año 199) con una marcha repleta de boñiga académica.

¿Quién sería el genio que determinó el rumbo de la manipulada Ruta Libertadora? El Ministerio de Cultura logró desbarrancar la poca identidad que había en esas trochas. Los caminos de herradura aún conservan el olor sudoroso de los libertadores de América, pero los perfumaron con meadas y papayeras.

La señora ministra y sus negros asesores decidieron adulterar la ruta e impunemente variaron los recorridos. El simulacro de cabalgata partió de Pore (Casanare) el 20 de julio.

El criminal hecho liquidó a mi egregia profesora de Historia Patria. Todavía la recuerdo cuando le enseñó a un condiscípulo el heroico trayecto. La delicada pedagoga tomó una regla de madera y le dijo: “Señor, estire la mano y repita después de mí…La Campaña Libertadora de 1819 partió del pueblo de Mantecal, Estado de Apure, en Venezuela, el día 27 de mayo…”.

El golpazo hizo retorcer a Pombo. El eco onomatopéyico aún suena en mis oídos. Cada sitio fue memorizado por un grito de colegial dolor. “…Guasdualito, Arauca, Pastora, Siramón, Betoyes, Tame, Corozal, Chire, Moreno, Brito, Pore, Nunchía, Morcote, Paya, Páramo de Pisba, Socha, Belén, Cerinza, Santa Rosa de Viterbo, Pantano de Vargas, Toca, Tunja, Puente de Boyacá, Ventaquemada, Chocontá y Santafé…”.

El sacrificio de la docente, para formar al estudiante, resultó inútil. Sus familiares me llamaron para notificarme el deceso de la maestra. Ella escuchó la transmisión de Señal Colombia y decidió morirse…“Horrores prefiriendo a pérfida salud”, así canta el himno de Núñez.

Los periodistas, que cubrían el evento caballar, apoyaron sus lamentables informes con los comentarios analfabetas de chinas valentonas disfrazadas de monigotes. Ellas repetían las retahílas aprendidas en las escuelas públicas donde se venera la mentira fundida en bronces de plazoleta. La genial estrategia militar de pasar por Pisba asesinó a la mitad del ejército sin disparar un cartucho. Fue una soberbia demostración del trastorno mantuano. Los lugareños de Socotá afirman: “Sumercé, a los soldados llaneros los mató el mal del páramo o sea quedaron emparamados”.

El irrespetuoso y grotesco carnaval finalizó con una peregrinación de semovientes. Los bridones esqueléticos, tras sucesivos relevos, relincharon fatigados. Las romerías de buhoneros y calentanos descalzos querían palmotearles las grupas en un gesto propio de un espectáculo circense. La fiesta cumbre del malabar histórico ocurrió el pasado siete de agosto, en el Puente de Boyacá.

Los organizadores del fracaso institucional querían celebrar los 190 años de la legendaria batalla. Las muchedumbres se quedaron con los crespos hechos. El presidente Uribe no asistió porque su Seguridad Democrática no le permitió untarse de carnestolendas.

El altar de la Patria fue profanado por las jaurías de lobos que se dedicaron a fagocitar sus viandas sabaneras. La Yurleidis y el Brayan Alexander llevaron a su Jeison a que hiciera popó debajo del puente. Las aguas del río Teatinos se llevaron la fetidez de una historia redactada por embusteros amnésicos y relatada por mitómanos.

Los mamertos callaron. Un bravío grito de independencia emergió de sus gargantas: “Yankees, welcome home”.