miércoles, 19 de marzo de 2008

La sargentona de Miraflores

La sargentona de Miraflores

A la copera de Miraflores le mataron al marido en una reyerta fronteriza. Sucedió en la madrugada del primero de marzo en las selvas ecuatorianas. El vejete sicario dormía en posición contranatura… y le llovió plomo por la retaguardia.

La concepción alucinatoria de la Grecia Antigua llamada Justicia apareció. La dama coja, ciega y desplazada por la quema de su palacio llegó con la espada afilada y la cara de Némesis. La hija de Astrea, doña Temis, (justicia divina) escandalizó a los patrocinadores de las Farc.

La noticia despertó al hemisferio. Colombia celebraba y Belcebú protestaba por boca del ministro “Diarrea”, amancebado con los terroristas. La carpa grande quedó lista para sobornar lo evidente. Las democracias latinas acudieron presurosas para perfumar sus vicios con defectos. Reunieron a los tramoyistas.

El fariseísmo tutelar se rasgó las vestiduras y la Chávez se subió las bragas. La vil guaricha, en un ataque de histerismo, hizo un escándalo propio de una baranda de juzgado. Amenazó con pandillas y despicó botellas.

La golfa cerró su palacete de cortesana y les arruinó el negocio a los camioneros. Qué vergüenza continental. No contenta con alborotar las cantinas le dio por balbucear latinajos. La coima, bocona y escandalosa, mandó diez batallones a mearse del susto en los mojones. Sabe más de milicia un colegio de monjas que las tropas venezolanas.

La convulsionada actriz ama realizar el ridículo más repugnante en el escenario de la simulación. A Hugo Chávez no se le puede dar ni siquiera el título de caudillo de navajeros.



Se comportó cual comadre chillona, alharaquienta, lambona, entremetida, cicatera, calumniadora, enredadora, lenguaraz, cizañera, bocona y alcahueta. Las verduleras del mercado de la Concordia quedaron compungidas después de oírla vociferar sus chismorreos de revendedora. Ella y su perorata ofendió a todo el gremio de las marchantas nacionales.

Mi sentido pésame para la hermana República de Venezuela, tierra de mi general José Antonio Anzoátegui. El Apure no se merece semejante mujerzuela celosa, tediosa y adiposa.

La escena política se convirtió en un alegato entre María de los Guardias, Adelita y Rosita Alvires, la que mataron en 1900 en la calle de Saltillo por “desairista” porque no podían entender la acción intrépida.

¿Desde cuándo Farsolandia anda con arrebatos de potencia imperialista? Las maniobras para violar soberanías son patrimonio de los yanquis redomados.

Por ejemplo, el Tío Sam le quitó una extensa porción de territorio a México y sentó la única jurisprudencia válida: La invasión del comandante Zachary Taylor en la guerra de 1846-1848. Así se manejan los conflictos con los vecinos inoportunos, pero no con los hermanos.

Desde Aníbal Barca hasta Napoleón Bonaparte. Desde Ben Gurión hasta Ronald Reagan. La disciplina geopolítica la imponen los Estados superiores sobre las guachafitas tribales.

Es un delito de Lesa Patria bombardear el Ecuador y luego salirle con cuentos de solteronas latosas: “…Yo te dije que la marrana iba a tener gatitos, pero tú no te acuerdas…”. Esa actitud no es decorosa con un país donde la mentira edificó el vil imperio de falacia. Te desconozco Farsolandia.



Ofrezco mis disculpas al Ecuador por la torpeza, feliz y heroica, que puso fin al mito del intocable Secretariado de los Genocidas.

No entiendo porque no llevaron un campamento portátil. Entran al cambuche, lo matan (diferente a dar de baja), lo traen y lo cuelgan de las criadillas, cual alimaña dañina, a 100 metros al norte del Putumayo. Después, el bochinche. Así nos evitamos las escenas, de charadas y acertijos, entre machorras y costureras ofendidas.

La diatriba de inquilinato dio pie para que el asaltante de bancos, Daniel Ortega, se metiera al baile por la puerta de atrás como cualquier apartamentero. (En 1974 un grupo de Frente Sandinista de Liberación Nacional lo sacó de la guandoca).

Por favor, no más apodos para esos camorreros. No son: Ilustres personajes, estadistas, pensadores, presidentes, líderes ni mandatarios. Son guaches fulleros. Productores de las desgracias sobre las llagas de un pueblo inocente, pero semoviente.

Se les olvidó que la Gran Colombia la destazaron porque los chafarotes José Antonio Páez, Francisco de Paula Santander y Juan José Flores no merecían tener la mitad de América como patria indivisible.

La gente demostró que sí existe una Nación hermana divida en cuatro lotes (incluye al istmo) donde la paz y el progreso asustan a los gamonales.

En conclusión, el culebrero del Uribe se comió a cuento a la OEA, al Grupo de Río, a Chávez y a Correa porque tienen mentalidad de vagabundas. La trifulca del cuarteto de truhanes dejó una amarga verecundia. Se cogieron de las manos y se palmotearon los traseros.

1 comentario:

Paola y Leonardo dijo...

Más claro que un medio ´dia en el Sahara- Viva la voz de la extrema derecha cristiana.